domingo, 25 de marzo de 2007

Absolutamente

Todo es relativo, dice el lema mayoritario de la sociedad contemporánea. Discrepo.

La gente aplica la relatividad filosófica a casi todo tema más o menos polémico: la moral, la política, la religión, sobre todo la verdad.

Es una noción que proviene el humanismo renacentista y la reforma protestante: que los seres humanos son, individualmente, los árbitros de la verdad de todo.

El todopoderoso Yo sabe qué está bien y qué mal, qué partido gobierna mejor, si existe un dios y qué es la verdad. Esto se basa en el error epistemológico del día: puedo saberlo todo y tengo siempre la razón, por lo menos en lo que a mi concierne.

¡Falso! ¡Confundido! ¡Incorrecto!

No sé ni puedo saberlo todo. Saber todo que los seres humanos pueden observar empíricamente y probar científicamente no ha sido posible para ningún individuo humano desde la época de Demóstenes.

En la antigua Grecia era llevar en el cerebro todo el conocimiento humano. Hay hoy los idiotes savants suelen poder recitar una preponderancia de conocimiento humano, pero no pueden hacer mucho con él que sea realmente útil.

No tengo siempre razón, por más o menos la misma razón: la gente no puede tener las respuestas correctas a todos los interrogantes posibles.

Además, siguen habiendo desconocidos. Cosas importantes: ¿Existe Dios, y cómo es? (Sí, ya sé el cuento del astronauta que le dijo al Pentágono "Ella es negra".) ¿Cómo comenzó el universo? ¿De qué tamaño es el universo? ¿Hay otros seres con inteligencia semejante a la nuestra? ¿Cuál es el número de teléfono de un plomero honesto y barato?

Y no nos olvidemos que tanto la observación como los hechos empíricos no son equivalentes a la verdad. La percepción humana es falible y limitada; los hechos dependen del contexto (me dicen, por ejemplo, que al nivel cuántico la gravedad no funciona de la manera que Newton y nuestra experiencia nos enseña.)

La intuición y el pensamiento no lineal pueden capturar instancias inefables de verdades que no son observables, ni se pueden medir, ni mucho menos comunicar.

A pesar de todo esto, afirmaría que la verdad existe, una gran verdad unificada que lo explica todo. No la conocemos. Pero creo que está bastante claro que si hay verdad, es absoluta; es verdad por todas partes, para cada uno, en cada contexto. La verdad es la declaración absoluta, universal, indiscutible sobre todo y supera los límites del contexto y de la opinión.

Su opuesto no es verdad. Puede ser falsedad, error, mentira. Lo que es menos que verdadero, por grado, omisión u aproximación, no es verdad. Lo que es verdad para mí, pero no para vos, no es verdad; puede ser un hecho, una corazonada, una sentimiento fuerte, una opinión. No verdad.

Claro, no sé la verdad. Y no sabiendo la verdad, no tengo base para golpearte simplemente porque tus ideas morales, políticas, religiosas y tu noción de la verdad se diferencian de las mías. Puede ser buena idea ser tolerante.

Pero eso no hace que tu idea o la mía sea verdad. Mucho menos que ambas sean verdades. Uno de nosotros está más cercano a la verdad (probablemente yo, dado que éste es mi blog).

Nosotros dos no podemos afirmar que nuestras ideas opuestas e incompatibles son igualmente verdaderas, aunque podemos respetarnos mútuamente cuando nos ponemos a dictar cátedra sobre nuestros respectivos absurdos.

“Todo es relativo” es una declaración absoluta. Si fuera una declaración relativa, obediente a la idea que todo es relativo, sería falsa. Si todo es relativo, esta idea misma tendría que ser relativa, de manera que todo sería relativo para mí, pero no para vos.

Todo no puede ser relativo. Solo el precio de las estampillas y algunas otras cosas.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Al Otro Lado

¿Habrá realmente una luz en el otro lado del río…? Es lo que me pregunté después de una velada en la presencia del cantautor uruguayo Jorge Drexler en su reciente primera noche en Washington.
La pregunta viene de la canción “Al Otro Lado del Río”, de la película “Diarios de Motocicleta,” que en 2005 se convirtió en la primera canción en castellano nominada y premiada con un Oscar en la categoría “mejor canción original”.
El lector recordará quizás la lamentable decisión de los productores de la televisación del evento de negarle a Drexler la oportunidad de interpretar su creación, optando en su lugar por dos artistas más renombrados en Estados Unidos, pero menos idóneos a la faena: Carlos Santana y Antonio Banderas.
Drexler combina en su música compases precolombinos y sonidos originados por computadora con su propio rasgeo suave de la guitarra. En la función en el Auditorio Lisner el 10 de marzo hasta lo vi pararse, y con su guitarra boca abajo, ponerse a cantar en la caja.
Pero para la canción que me llama a la reflexión, Drexler eligió solamente el síncope tradicional, su guitarra y su tenor de juglar, imbuido con una intimidad que seduce: canta solo para vos.
“Al Otro Lado” es ciertamente una coda perfecta a la película sobre la héjira en motocicleta de la Argentina al Perú que emprendieron el joven Ernesto “Che” Guevara y su amigo de por vida Alberto Granado, un tiempo antes de sus respectivas citas con la historia.
En la película, la canción viene al fin de una serie de fundidos y refundidos del tipo que abunda precisamente en la música de Drexler. Lo que en 1952 tiene que haber sido el prosaico y tosco despegue de un DC-3 carguero de una pista de aviación sudamericana selvática, el film transporta al presente del de 2000-y-pico a través del recuerdo de Granado en la voz del actor argentino Rodrigo de la Serna, en la realidad pariente del Che.
Y en ese momento, en lugar de la faz del actor, la cámara funde en la pantalla el rostro arrugado del Granado verdadero.
Es entonces que se escucha a Drexler: “Clavo mi remo en el agua / llevo tu remo en el mio / Creo que he visto una luz / al otro lado del rio.”
Para mí, fue la recapitulación de una vida: yo estaba vivo, pero apenas, el día real representado en la película; pero en mi propia juventud recorrí el primer segmento de la ruta de Che y Granado, de Buenos Aires a la aldea andina de Bariloche. Dos días y medio de tren. Lo hice en ambas direcciones varias veces.
Las primeras dos horas estabas en los suburbios y los exurbios de la gran ciudad. Entonces el campo abierto comenzaba; ahora comienza un par de horas más adelante, usurpado sobre por el pulpo metropolitano en que habita un tercio de la población argentina.
Era donde iba a menudo de campamento. Esa tierra llana, verde y sin fin: la llamada pampa “húmeda”.
Hacia entonces todavía quedaban algunos riachos que había que vadear a pie, o en un bote, o en una balsa -- como en la película.
La noche pampeana que recuerdo era un campo alumbrado solamente por la constelación de la Cruz del Sur. Ver luz en el nivel del suelo hubiera sido un milagro -- o un espejismo. "Creo que he visto una luz ..."
Con todo, conjeturaría que a Drexler le vino la imagen a orillas del Río de la Plata, el estuario más ancho del mundo, que en su punto más amplio ofrece unos 219 kilómetros de agua dulce entre las orillas uruguayas y argentinas. Desde Buenos Aires, que se erige cerca del delta donde el río comienza, tomaría una noche muy clara del invierno, en la que las naves se queden en puerto, para ver a los kilómetros un centelleo lejano: Colonia, Uruguay.
En cambio la ciudad natal de Drexler, Montevideo, está casi en los dientes de la boca de río, donde el río se vuelve océano. Si pensó que vio una luz, a más de 200 km, yo diría que se la imaginó.
No obstante, visto como comentario sobre el Che y la tormenta de fuego que desató, lo que los estrategas de Washington de hoy llaman un “conflicto asimétrico,” con los miles torturados, hechos desaparecer y muertos, la canción se siente como un ícono.
Al igual que el Che en la película, yo tuve mis momentos de rabia profética ante la injusticia latinoamericana. Pero en ese hito decidí que la violencia no resuelve nada.
No nos engañemos, tampoco. Es un artefacto de Hollywood. Drexel hasta ha hecho la alusión cristológica obligatoria, un lugar común entre algunos con respecto al Che: no sumerge su remo, sino que lo clava.
Pero la luz ... ¿es espejismo o milagro? ¿Será posible que haya una luz allá al otro lado? ¿No se la ha extinguido de la vista con ciudades nuevas, comercio novedoso, injusticias nuevas impuestas con mayor astucia?
Todo el esto me enfrentó a la salida del concierto y nuevamente en el mundo moderno y globalizado.
¿Cómo resumir la razón que mis ojos se empañaron al borde de las lágrimas? Drexler proporciona una respuesta esperanzada que explica la travesía del río:
"Sobre todo" – canta -- "creo que no todo está perdido".

lunes, 19 de marzo de 2007

La Etica y los Valores

Alguien puede dejar de verme como amigo porque observé una carencia de de ética, que expresé -- con una cierta imprecisión -- como una merma de “valores.” Debido a que pienso que es un problema crucial en nuestra época, quisiera repasar el tema, tanto como auto-clarificación como para exponer lo que pienso hace falta en la sociedad estadounidense, en la que vivo.

Primero, distingamos los valores y el ética.

Un valor es el resultado de una comparación: X es "más mejor" que Y. Hay valores económicos (la cosa X vale la cantidad Y de trabajo, representada como dinero), valores estéticos (la rubia X es más atractiva que la de cabello pardo Y), valores del comportamiento (me gusta hacer X más que Y) y así sucesivamente. Éstos son en gran parte subjetivos, arbitrarios, maleables e impermanentes. Los valores se prestan a la persuasión colectiva, a través de la coacción o la seducción a varios niveles y de diversos grados, desde las dictaduras hasta la publicidad y la presión del grupo.

Cada uno tiene valores. Representan algunos de los límites que ponemos al comportamiento debido a la convención social, desde los modales hasta las leyes.

El ética, por otra parte, es el rama de la filosofía que estudia el comportamiento humano, sus conceptos, sus normas y su uso. En un nivel, explicamos conceptualmente qué es la ética. En otro proponemos qué es y no es la virtud. A otro nivel procuramos aplicar o derivar principios de preguntas sobre ciertos comportamientos humanos: ¿Es moral el aborto? ¿Cuáles son derechos humanos y cómo se determinan?

En la sociedad que observo, la mayoría de la gente carece de ética. Mucha gente deriva valores éticos de la religión heredada. Alguna gente observa simplemente el comportamiento de grupo y bautiza de "ético" lo que meramente se acostumbra. La mayoría confía en su propia voluntad para decidir lo que es ético.

Es este último punto a lo que me refiero hoy. Hemos llegado al punto que la mayoría de la gente piensa que debe canonizar lo que hace como moral y bueno, sin importarle si es coherente con su pensamiento respecto a la realidad total. En esto, mi amistad es como la mayoría. En lugar de un pensamiento ético, hay una auto-indulgencia disfrazada en la que cada uno legisla y juzga -- sin atenerse a una constitución externa o interna.

En los últimos sesenta años hemos ido de sistemas éticos heredados, externos y absolutos a éticas internas, circunstanciales y relativas que supuestamente eran más profundas, pero que en realidad son un largo elogio a si mismo. Cualquier acción se justifica si me sienta bien, y dado que se ha convertido en deber cuidar la preciosa autoestima, resulta mientras algo me haga sentir bien, está bien.

Nadie es culpable de nada, la cosas "pasan". Hasta los políticos conservadores con sus afamados “valores de familia” (y divorcios frecuentes) afirman su responsabilidad pero evitan el responder requerido ante lo mal hecho.

Hallo todo esto problemático, pero cuando expreso mi problema me crea problemas. Me tratan de santurrón y mojigato.

A la gente no le gusto que alguien les haga pensar qué principios éticos hay, mucho menos sopesar la idea de someterse a ellos, sienta bien o no, si no lo exige la ley ni la moda.

Examinemos un ejemplo cercano sin que sea incómodo para la gente de hoy.

Había una época que se registra en la memoria viva en la que ciertos prejuicios eran aceptables y hasta eran respaldados por la ley, y en algunos círculos una cierta forma de ser prejuicioso era aceptable. Los judíos llamaban Schwartze a los afroamericanos con desdén; los irlandeses les decían "wop" a los inmigrantes italianos; la gente sabía de solterones que nunca se casaban o vivían con amigos del mismo sexo y se solía susurrar sobre ellos; el lugar de una mujer estaba en la cocina; y, por supuesto, ningún sureño blanco quería que su hija se casase con un negro o un católico.

Estas ideas se podían expresar más o menos abiertamente -- aunque la gente más educada hablaba a espaldas de las víctimas. Ahora no se puede. Los conservadores llaman al cambio de normas sociales la llamada “corrección política”; quisieran retroceder, “conservar” el ethos del prejuicio.

De hecho, el prejuicio no ha desaparecido. Los judíos susurran Schwartze y se ha divulgado que en un arranque de nervios en medio del trabajo un actor afroamericano del exitoso programa televisivo Grey's Anatomy llamó "marica" a un colega que al parecer es homosexual.

Ahora, a la ética. ¿Es un mal el prejuicio? ¿Por qué? ¿Estaba siempre mal o es simplemente incorrecto desde 1964? ¿Somos la mayor parte de culpables de esta fechoría (de pensamiento, palabra u obra)? ¿Nos engañamos pensando que no somos prejuiciosos, para sorprendernos cuando nos brota algo hiriente respecto a un grupo demográfico? ¿Qué debiéramos hacer para asumir reponsibilidad, para dar respuesta por nuestras acciones?

¿O es ese si me sienta bien tengo derecho para actuar, hablar y pensar con perjuicios?

Confieso: tengo prejuicios. Por ejemplo, contra los británicos. Deploro tanto lo que hizo el imperio británico y hallo a los ingleses tan desagradablemente arrogantes, que raramente les acepto errores aún cuando admiro muchas cosas de origen británico. Es la gente la que no aguanto.

Claro, me digo que, pobres, gran parte de la arrogancia británica, del imperialismo y de esa manera imposible de ser viene de vivir en una isla pequeña con un un clima horrible, de perder la humanidad en la niñez dado que los padres cuidan para los animales domésticos mejor que a sus niños (vaya a Inglaterra y verá el montón de animales domésticos gordos y niños flacos). Es un sentido de la inferioridad disfrazado de otra cosa.

Son racistas porque se odian profundamente. Son desagradables porque son tímidos. Conquistaron el mundo porque quien diablos deseaba permanecer en una comarca donde uno se empapa todo el año. Comenzaron el comercio esclavos de África porque sabían que sus propios trabajadores eran unos haraganes de piel cetrina y cuerpos enfermizos incapaces de trabajo rudo.

No es justo prejuzgar a cuanto británico se me cruce. Debo pensar en ellos como pienso de los españoles: valerosos, de principios obstinados, religiosos hasta el fanatismo, amantes de la vida. ¿O es un prejuicio eso también?

¿Cómo se enfrenta uno el mal ético del prejuicio? ¿Cómo se admite (con un aire risueño) que uno se ha equivocado, para tomar un curso distinto?

Y me parece que simplemente aprobar una ley (la Ley de Derechos Civiles de 1964) y adoptar una nueva manera (la llamada corrección política) no ha funcionado. El prejuicio abunda. El racismo abunda: véase la respuesta de la Administración Bush tras Katrina en Nueva Orleans.

He aquí la base de la ética: un principio que nos incomoda porque describe como podríamos mejorar. Nos guste o no.

Un principio ético sobrevive la excusa de la falta de educación, el sufrimiento, cualquier cosa, excepto la carencia de conciencia -- que se acaba el momento en que reconocemos a nuestro comportamiento en lo que el principio prohibe.

lunes, 12 de marzo de 2007

Conversación de Ensueño

Puesto que dudo de Vos,
de Tu existencia,
sobre todo de Tus sacerdotes
y los mil propagandistas que se creen que Te han enjaulado
en sus Biblias,
Te concedo el derecho de dudar de Mi.

Todavía no hay mucho que contar
sobre Mi existencia;
sobre aquellos que abogan por Mi
y que han hecho mal en pleno apostolado,
no me consta,
Me he desentendido de ellos,
o sencillamente,
no me importa;
Soy como Vos.

Poco Te importan
las fechorías cometidas en Tu nombre;
En eso nos parecemos: hagamos un pacto.
Hago la vista gorda a Tu
indiferencia; y Vos
perdoname la mía.

sábado, 10 de marzo de 2007

Antes de Morir

En la televisión estadounidense hay un anuncio en el que Dennis Hopper, actor y director de la película "Sin Destino" (Easy Rider), en la que aparece con su omnipresente moto Harley-Davidson, aparece en la playa con el mensaje que los sueños no se jubilan.

Es un ejemplo obvio de mercadeo dirigido a la generación nacida en el "boom" demográfico de la posguerra (1946-1963), fenómeno que se dió en Estados Unidos como en Europa y otros países de mediano a alto ingreso per cápita, entre los que figuraba la Argentina. Acá se los denomina "boomers".

El aviso ofrece los servicios de una compañía que las ventas el "planeamiento financiero", es decir de inversiones dirigidas. No debiera asombrar que hay quejas archivadas en muchos estados referentes lo que hacen estos planificadores con el dinero de estos boomers esperanzados y no es esta mi preocupación de hoy.

En cambio, quisiera discurrir sobre el momento en que, por primera vez, la muerte es una experiencia plausible, hasta probable. Sobre este tema, nosotros los boomers somos agnósticos.

Pensamos que nunca vamos a morir. En otra época decíamos que no se podía confiar en la gente de más de 30 años y ahora, dos décadas y pico después de ese cumpleaños, todavía piensamos que seguimos siendo jóvenes.

Somos una generación dividida en todo el globo. Están aquellos opportunistas, que de algún un modo u otro prestaron su apoyo una que otra guerra, limpia o sucia, o que construyeron su cartera de inversiones junto a los gurúes de la estafa, y que sin embargo se dijeron que no estaban traicionando sus principios.

La otra mitad siguió en los movimientos, o en solidaridad, por la noche Reaganiana-Thatcherista-militarista, por el engaño pulido del centrista y Clintoniano que le siguió, y ahora a través de la violación del mundo Bushesca. El mundo de nuestros sueños desapareció antes de comenzar.

No pensamos que terminarían así las cosas.

Y aquí nos vemos, cincuentones, con hijos que se van del nido, esposos o compañeros que han fugado, trabajo en el que hemos llegado al máximo o no llegaremos nunca. Todo lo que ibamos a hacer ... o lo hicimos, o ya casi no queda tiempo, ni energía. Sin embargo, nos quedan algunas opciones, si somos afortunados, si el asunto de vendernos o al proseguir con el agitprop no nos deshizo.

Y la ciencia nos dice que podemos llegar a vivir a 100. ¡Vey iz mir!

Un viaje al exterior, una nueva relación no cambiará nada; mucho menos un coche nuevo. Es quizá hora de comenzar ese proyecto significativo final, sea lo que sea.

Por más que la propaganda comercial sea una quimera, los sueños, efectivamente, no se jubilan.

martes, 13 de febrero de 2007

La Nueva Estética

Todo comenzó con un comentario pasado de boca en boca: de varias argentinas a un par de brasileñas a una yanqui, luego a mi. Como dice la jerga periodística, fuentes generalmente informadas (uno se imagina la de Trevi con una nueva estatua de un teletipo) afirman que la cirugía estética de mayor uso en la Argentina es para reducir el tamaño de los senos.

Lo de aumentos lollobrigidianos (se rumoreó en un momento que la academia francesa había aceptado la palabra) es cosa de otra época, informan portavoces del Partido Femenino. Ahora es cuestión de tener pechitos tamaño copita de champagne (ver imagen). Mis fuentes me informan acerca de la alta incidencia de la cirugía para lograrlo en la RA.

Agrega otra corresponsal:
Escuché de una dirigente travesti: las que se hicieron en los ´90 grandes implantes de siliconas, están hoy muy arrepentidas, y envidian a las travestis jóvenes que casi ni se hacen implantes porque, según ellas, el mercado masculino (que son sus clientes en prostitución) reclama pechos adolescentes. Lo comento porque las travestis intentan emular las mujeres deseadas por los varones.
¿Estamos ante una nueva estética humana en el siglo XXI?

Si es así, es antirubenesca, transsexual y multiracial. Se valora la mujer gamine y el hombre lampiño; la piel café con leche o asiática; las facciones lavadas de características étnicas obvias, o con mezcolanzas multiraciales; la mujer "marchosa", como dirían los españoles, y el varón tranquilo y de buen humor.

De ahí los labios africanos de Angeline Jolie y las facciones europeizadas de Halle Berry, y el aspecto transcultural de Keanu Reeves, el hombre nuevo en The Matrix, Neo.

(Nota al margen: no masturbarse mentalmente por los ejemplos hollywoodeanos, supuestamente representativos de la propaganda globalista mundial; los ídolos del cine responden de alguna manera al gusto popular. Ver Dawkins, la cuestión del meme.)

La nueva estética propone, a mi modo de ver, la perspectiva de una generación que no ha visto ni la guerra, ni el hambre, ni la peste, ni la muerte. Los adultos jovenes, de alrededor de 25 digamos, comenzaron a tomar conciencia cuando el mundo ya era cibernético y en su adolescencia vivieron la apertura de la Internet a los usuarios no académicos.

Es la generación de L'Auberge Espagnole: pujante, abierta a todo, multicultural.

Para ellos, los papeles masculinos y femeninos se entremezclan, porque todo los posible se comparte por primera vez. Las razas, colores, nacionalidades, credos, son todos parte de una colcha de retazos, la humanidad multiforme.

Es quizás la generación a la que se dirige Barack Obama, posible presidente de los EE.UU., o quizás a lo que se refiere Paul David Hewson (mejor conocido como Bono) en su hégira humanitaria en Africa, o quizás a lo que apunta el novelista danés Peter Høeg (autor de La señorita Smila y su especial percepción de la nieve).

A pesar que el trio no pertenece a la nueva generación, estimo que expresan el nuevo zeitgeist, como lo hicieran los Beatles para la generación de posguerra, que eran sus hermanos menores.

Todas las estéticas tienen sus significados: el equilibrio del renacimiento tras el caos medieval, la tensión barroca ante las guerras de la religión, el gótico teocrático como escape del derrumbe del imperio romano, el rococó como expresión exceso de los monarcas absolutos europeos.

Por el momento vemos en esta estética de la fusión étnica y cultural, el pansexualismo, y el posibilismo. Inspira optimismo.

viernes, 9 de febrero de 2007

Un Abrazo de Todos los Siglos

En esta noche fría del hemisferio norte, me abriga la imagen de un nuevo hallazgo arqueológico en Italia, una pareja de hace 5.000 años abrazados a pocos kilómetros del hogar de Romeo y de Julieta. Nuestra humanidad común nos une a través de los milenios.

Provista por el Ministero por i Beni e le Attività Culturali (ministerio cultural italiano), la foto representa esqueletos neolíticos encontrados en Valdaro-S.Giorgio cerca de Mantua, a 40 km de Verona.

Cuando era estudiante de universidad, me gustó descubrir que el manuscrito más antiguo, escrito en sánskrito, contiene instrucciones para hacer cerveza. Nuestros antepasados, me dije, tenían las prioridades correctas.

Esta noche, un par de antepasados desconocidos me afectaron de modo semejante. Como ellos, la idea de una cama vacía me es desagradable. Tanto ellos como yo aspiramos al calor de otra persona, alguien del sexo opuesto, alguien con quien uno se pueda acurrucar, alguien en cuyos ojos uno pueda zambullirse.

Somos similares, ellos y yo, en la jarana y el amor.

Elena Menotti, la arqueóloga principal en la excavación, le dijo a los periodistas que el hallazgo es “extraordinario.” Es raro, quizás único. Realmente están abrazados y murieron jóvenes, como lo demuestran sus dientes intactos.

Quizás fueron los verdaderos Romeo y Julieta, amantes cruzados por la fortuna de hace mucho, mucho tiempo. Se nos ocurre a veces que inventamos el amor al son de los Beatles. Pero no. Quizáa lo inventó esta pareja.

Sea lo que sea, parece como que el secreto de la vida estás en ese abrazar a través de los siglos. El goce humano más profundo proviene del impulso hacia la unión, a propagarse; nosotros, hijos de este instinto, vivimos gracias a dicho enlace.

Toda la vida, ese momento demasiado breve en el que se da un largo despertar a la conciencia, de la infancia a la adolescencia y la madurez de adulto, parece dirigirse hacia ese acoplarse con otro, después de lo cual lentamente nos apagamos en la senectud para entrar nuevamente a la neblina gris de donde vinimos.

Esta pareja de Mantua ha preservado la esencia para los siglos de los siglos, un monumento al ser en el sentido más completo, más humano.

viernes, 26 de enero de 2007

Ab Culo Mundi

Asi me escribe una estimada corresponsal argentina, refiriéndose al origen geográfico, no anatómico, de su misiva, ante lo cual quedo atónito. ¿Qué le pasó a ese país que se jactaba de tener el río más ancho del mundo, la avenida más ancha y la más larga, y el pueblo al cual todos los libres les respondían al menor estornudo, "¡salud!"?

Es una observación de quien no reside en la repú ... blica desde hace demasiados años. Uno se baja del avión en Ezeiza y no deja de escuchar que "estás en el tercer mundo". Argentina, dejó de ser suburbio de París ¿cuándo?

Y no pasan muchas copas para que los mismos que proclaman la condición tercermundana de la RA declaren que, claro, los técnicos argentinos son los mejores del mundo, porque se las ingenian sin herramientas. (Lo cual, opina el observador, es cierto y sorprendente cada vez que se da la ocasión.) Y el bife, y el tango, y no toquemos el fóobal.

Claro, ¿existe el homo argentinicus? ¿O estoy castigando generalización infundada a punto que alguien me va a tirar tomates? Estipulemos que la argentinidad es un fenómeno antropológico de dimensiones y características debatibles, pero observables.

En una época, en la generación de mis padres, cuando al menos los muchachos no usaban gomina madeinusa (¡pronuncie la "e", gentil lector!), uno podía transitar una calle en Bruselas, Madrid, Ginebra o Boston y, si pasaba un argentino, dar clavado en su nacionalidad.

El sombrero ladeado, el traje gris, el bigote, la manera de caminar. Existía un argentino que no era imitación nada: era argentino.

Ahora te encontrás estudiantes argentinos en Roma y antes de abrir la boca se parecen más a sus congenéres franceses que a Gardel. Es un poco el fenómeno Eurovisión, o el de la película L'Auberge Espagnole.

Desapareció el viejo nacionalismo idiota de "¿qué dicen los yanquis de la Argentina?" (respuesta rápida: Argentina = tortura o Argentina = Evita ... antes era Argentina = Brasil). Ya no se habla de Argentina "potencia mundial". Acercándonos a un vigésimoquinto aniversario bélico que ni sé cómo, ni si se celebrará, no deben quedar muchos capaces de creerse que es sencillo enfrentarse a un país miembro de la OTAN para recuperar un archipiélago de mala muerte.

En su lugar está el antinacionalismo del taxista que me expresaba su lamento que no hubiesen ganado los ingleses en lugar de Liniers en las invasiones de 1806-07.

Se observa un menosprecio de lo autóctono, del idioma castellano. No se envían mensajes, sino "mails" (que ni es inglés). No se comen emparedados, sino "sandwichs" (en inglés es sandwiches).

Me decía un primo: "Hay más gente rubia ahora que antes." (Y no atiné a señalarle las botellas de teñido ... ¿para qué quitarle las ilusiones?)

Y está mi corresponsal, que me dice que "me encuentro con que pensás cosas que yo puedo andar pensando y que encontrás las respuestas que yo suelo encontrar" ... pero que me asegura que me escribe desde el trasero global.

No sé realmente a cuales argentinos prefiero, a los prepotentes de antes o los autosubestimados de hoy. Solo atino a mandarles al buen pueblo argentino, un abrazo.

No están tan solos en el mundo; hay quien, desde lejos, los aprecia.

martes, 23 de enero de 2007

La Revolución Será Blogueada

Interrumpimos esta blogueadura filosófica para indicar que el revolver humeante que revela el porque de la invasión de Iraq finalmente se ha encontrado, agregando millones de razones a las que traerá la gente que viene a Washington a la manifestación contra la guerra el próximo sábado.

¿Por qué, al fin y al cabo, es que el Presidente Bush envió a tropas a la aventura en Iraq? ya sabíamos desde el primer momento que por algo malo era. ¿Pero qué?

Algunos dijeron que era por un defecto psicológico. Bush se sintió castrado por Osama bin Laden y tenía que demostrar que seguía siendo macho. Poner a un presidente en el sofá psiquiátrico, un pasatiempo popular desde la época de Richard Nixon, no funciona. No conocemos la psiquis de Doblevé lo suficiente para psycologizarlo. Y los que la conocen, no lo cuentan.

Hay también quienes pusieron la cosa en términos de tragedia griega: Bush el Menor venga el honor de Bush el Mayor, ultrajado su Némesis, el malvado Saddam Hussein. Tampoco funciona. Consta que Bush padre discrepa con Bush hijo sobre Iraq; Bush I paró en la frontera, donde Bush II osó pisar imprudentemente.

No nos olvidemos de que Bush no nos hace la tarea de conjeturar sus intenciones fácil. Es diabólicamente listo y no le tiene miedo a parecer estúpido con tal de engañar a sus adversarios.

Para calar las intenciones de los jefes de estado, uno debe observar quien beneficia por la jugada, cuáles son los efectos y hasta qué punto son coherentes con las metas del dirigente.

¿Por qué fue Nixon fue a China? Para comprar su salida de Vietnam.

¿Por qué Reagan comenzó su campañas electoral de 1980 en Philadelphia, Mississippi, un pueblito sureño de mala muerte, pero el sitio en el que ocurrieron los asesinatos de tres activistas de los derechos civiles en 1964? Para darles un guiño a los racistas sureños cuyos votos cortejaba.

¿Por qué es que George W. Bush y su partido republicano, adalid histórico del presupuesto en equilibrio, la causa de los déficites presupuestarios más grandes de la historia estadounidense? Porque quieren desestabilizar, y si es posible derrumbar, la fundación financiera de todos los programas sociales para ciudadanos de mediano y bajo ingreso.

Ahora bien, mis colegas analistas, ¿qué explicación plausible hay para una invasión de un país que ni Bush creía ser amenazante?

Días antes de la Navidad apareció como una luz tenue de respuesta un artículo en Der Spiegel online, La bendición del petróleo de Iraq se convertirá en una maldición? referente a un proyecto de ley en el parlamento de Iraq que permitiría que las compañías extranjeras se queden con el 75 por ciento de los réditos del petróleo extraído de Iraq por 10 años. “Negociando el reparto mientras que Iraq es inestable,” escribió a Joshua Gallu en Berlín, "las compañías podrían congelar la ganancia que perciben por el riesgo por diez años a un nivel mucho más bajo de lo que obtendrían en el futuro.”

Ahora si. Las petrotransnacionales suenan como una razón plausible para la invasión. Cuaja con la trayectoria de Bush en ese sector. Y tiene sentido en un mundo en el que las reservas disponibles van en merma, e Iraq posee la cuarta reserva más grande del mundo, de 112 gigabarriles.

Ahí está: Bush envió tropas a Iraq para crear circunstancias que permitirían que las compañías petroleras occidentales consiguieran poner bajo cerrojo reservas petroleras enormes por una bagatela. Eso si, la bagatela es para los ejecutivos que se darán megabonuses al mismo tiempo que estafan al consumidor -- y bloquean la búsqueda y el desarrollo de combustibles alternativos.

Por otra parte, una vez que uno lo ve asi caen todos los sospechosos. Resulta que el Fondo Monetario Internacional está dirigiendo un cartel de acreedores que han pospuesto los pagos siempre que Iraq se comprometa a aprobar la ley de hidrocarburos. Los sindicatos iraquíes se oponen la ley. La autoridad regional kurda no sólo se opone, sino que ha firmado sus propios acuerdosm, en términos más razonables, con algunas compañías.

¿Y la guerra sectarian? ¿No será más por las alas del petróleo que por Alá?

Bush desea desesperadamente cambiar el tema ahora que 70 por ciento de estadounidenses se oponen a su política en Iraq. No le dejemos. Especialmente ahora que no necesitamos conjeturas sobre de donde viene todo esto.

lunes, 22 de enero de 2007

Lamentos del Lunes

Hay pocas decepciones en la vida que se comparen a despertarse el lunes por la mañana para descubrir que se acabó el escape al trabajo, por mucho que a uno le llene su vocación.

En sociedades occidentales, por lo menos, desde la costumbre sabática cristiana a partir del IIIer siglo nos ha dado un día libre, el día del sol de la astrología egipcia antigua, el dies solis romano. El clero lo bautizó día del Señor, dies dominus o domingo, día de la adoración. Mientras tanto, el sábado, el día de descanso bíblico original, fue agregado como un día de descanso a fines del siglo XIX y principios del XX, en respuesta a los reclamos sindicales más que religiosidad.

Así comenzó el fin de semana.

Obsérvese el cambio: del impulso sabático a la diversión. En uno se fijaba un tiempo para Otro(a), mientras que en el fin de semana moderna se pone a nuestra disposición un período de tiempo para rehacernos. En la llamada "ética laboral protestante" de Calvino, que Weber identificó como fundamento del capitalismo, se propone que el trabajo lleva a la “salvación” (Arbeit Macht Frei, "el trabajo os hara libres" proclamaba un lema en los portales de algunos campos de concentración Nazi). Una perspectiva más dionisíaca, y quizás más humana, de actividad humana, acepta que nos cansamos del trabajo organizado, particularmente el que redunda en beneficios para otros, y necesitamos un jubileo.

La pregunta que hace a la distinción es esta: ¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir?

(Si trabajo duro, ¿es porque me satisface o por una razón sin gusto? Y las mercancías y servicios que obtengo como fruto de mi trabajo ¿es realmente fuente de alegría o sólo lo que creo que se espera que tenga? ¿Y poseo lo que me gano o son mis posesiones las que me poseen?)

Hay que acordarse: por muchas vidas que esperes en base a lo que digan tus inclinaciones religiosas o los curas, aquí y ahora hay solamente una vida.

Vale la pena hacer que tu hora en la Tierra cuente para algo y caminar cuanto se pueda del lugar en el que uno tomó conciencia de si mismo y del mundo.

Aunque esperes hallar las 72 vírgenes de la ultratumba musulmana, ¿qué te hace que pensar que hacerlo por primera vez 72 veces en el gran más allá va a ser mejor que hacerlo por primera vez acá, apenas una vez, en los trigales? Además, ¿quién te dice que las 72 vírgenes no serán monjas? (Imaginarse a Alá diciéndoles a la gente de Bin Laden, “ja, ja, ¡qué broma les eché!”)

Seriamente, gente: ¡acordarse de reír! Es una orden cósmica.

viernes, 19 de enero de 2007

Nosotros, los Otros

En la película Los Otros (2001), Nicole Kidman es una mujer que vive con sus dos niños fotosensitivos en una casa encantadora en la isla de Jersey, donde aguarda la vuelta de su marido, que se ha ido a luchar en la segunda guerra mundial. La casa parece embrujada hasta que el espectador ve la realidad del punto de vista de los aparecidos.

Una inversión de perspectivas similar es necesaria para dar el próximo paso en esta serie de reflexiones hacia una ética. Hemos visto en la ultima entrega el conflicto entre como nos vemos y como nos ven.

El problema que conlleva ser el arbitro de mi mismo es que no puedo verme del todo, ni físicamente. Me dicen que los elefantes, cuando se les muestra un espejo comienzan a moverse para ver partes traseras que nunca pueden ver de otra manera.

El problema con el pensamiento de masa es obvio una vez que uno lo pone en contexto. Entre los grupos de adolescentes, de las cuadrillas masculinas a las pandillas femeninas, hay una tendencia autoritaria a exigir a los miembros un estilo uniforme de ropa, de discurso y de comportamiento, generalmente conforme al capricho del varón o la hembra alfa. Sucede precisamente en el período del desarrollo personal en el que la imagen de si mismo es más débil y maleable. El resultado es a menudo el comportamiento antisocial, uno mismo-destructivo que arruina vidas.

En el mundo adulto tenemos el mundo de las modas, que tiraniza la apariencia y vestimenta, principalmente los de la mujer. También tenemos el organization man de William Whyte, quien describió en 1956 al conjunto de tales individuos, como
“gente que trabaja solamente para la organización. Aquellos a los que me refiero pertenecen a ella también. Son personas de nuestra clase media que dejan su hogar, espiritual y físicamente, para tomar los votos de por vida en la organización, y son ellos los que son la mente y el alma de nuestras grandes instituciones que se autoperpetuan.” (traducción mía)
Hace acordarse de los sacerdotes católicos, lo que nos lleva a la tercera posibilidad, el terapista.

El problema que conlleva el terapista (que en otras épocas fue el sacerdote y chamán, el oráculo y el vidente) es que actúa en función de su propio orden del día, que bien puede ser muy distinto de nuestras propias metas. Los sacerdotes y los chamanes eran, como los artesanos y los escribas, dependientes en la generosidad y el placer del rey, pues no producían su propio pan, ni aportaban protección al reino.

El terapista de hoy es más libre, pero queda vulnerable a la corrupción pecuniaria -- viene demasiado bien ese honorario que cada semana por años sin fin aportan los pacientes que supuestamente no han llegado al punto de no necesitarlos. Además los terapistas funcionan conforme a las modas de su profesión y, colectivamente, son los organization men paradigmáticos de la sociedad, a partir de su poder de encerrar a la gente en un manicomio. (Y, al hablar de poder, no nos olvidemos de Aristóteles y su pensar acerca de la potencia y el poder.)

No obstante, el terapista ideal es un observador entrenado y de experiencia. Como periodista, que es otra ocupación ejercida idealmente por el observador entrenado y de experiencia, recibo a menudo la queja de que cualquiera hoy en día puede conseguir su propia información por si mismo. El periodismo no es, sin embargo, la mera recolección de datos, sino el tamizar para descubrir qué es engaño, qué error, para llegar al bosquejo preliminar de lo sucedido.

Algo similar puede decirse del terapista ideal. Éste es alguien a que investimos con el potencial de ayudarnos a discernir quiénes realmente somos, lo que realmente deseamos hacer y ser en nuestras vidas. Lo principal no es, al menos no debe ser, el terapista, sino el proceso terapéutico.

Su esencia fue capturada en una vieja broma: ¿Cuántos terapistas se necesitan para cambiar una bombita? Uno, pero la bombita tiene que querer cambiar.

En el fondo, no es el terapista quien nos presenta un cuadro de nuestro ser, sino aquella persona cuyo escuchar activo nos permite reorganizar el cuadro de nosotros mismos que teníamos cuando lo fuimos a ver.

Y no es necesario que sea un especialista con credenciales y licencia. Puede servirnos lo mismo una buena persona, o un buen libro. Todo lo que realmente necesitamos es un “espejo activo” que nos permita vernos como nos ven y salir de nuestro claustro interno para transformarnos en lo que quisiéramos.

Concluyo que para revelarnos una imagen propia verdadera, necesitamos entablar una relación interactiva con algún Otro o Algo que alumbre, aunque sea en una luz ténue, lo que aparecemos ser, para distinguir y ser quienes queremos ser.

En otras épocas ese Otro se personificaba en un dios, o un intermediario poderoso, al que la gente cedía su independencia porque se sentían como barriletes, impotentes en los vientos del destino. Hoy, pienso, las cosas son diferentes.

Los Otros pueden emanar de nuestro interior, desafiándonos, mostrándonos lo que no queremos ver, o puede ser alguien externo, convocado por la voz interna. Como en la película, puede resultar que somos nostros los Otros.

martes, 16 de enero de 2007

Alicia y Su Espejo

Apenas había terminado de pulir mi entrega sobre el quehacer de las imágenes verdaderas de uno mismo, convencido de ser un plácido investigador de la sabiduría, cuando una conocida declaró que mi temperamento es de temer y mis respuestas hipersensibles. ¿Somos como nos vemos o como nos ven los demás? ¿Cuál imagen de uno es el la verdadera, la válida que elimna a las demás?

Hay varias respuestas.

Mi respuesta inicial es que sólo yo sé que pienso al escribir o hablar, o al ponerme en acción. Por lo tanto, la imagen que yo formo de mi mismo es la verdadera, es quien soy.

Me interpela una amiga que, por el contrario, realmente no sé quien soy. Mis intenciones reales se hallan ocultas en las predisposiciones genéticas y el inconsciente. El mejor dictamen de quien soy lo pueden dar sólo quienes observan mi comportamiento. Si cinco personas me juzgan ser X, aún cuando proteste desde mi fuero interno que soy Y, en realidad soy X.

Otra voz dice: ni unos ni otros, el uno mismo verdadero sólo lo ve un terapista. La fuente es, adivinará el lector, es terapista (pero no mi terapista; no tengo, aunque quienes piensan que debería tenerlo). Substituyamos “terapista” por alguien a que investimos con el potencial de ayudarnos a discernir quiénes realmente somos y lo que realmente deseamos hacer y ser en nuestras vidas.

Tres opciones. Tres puertas. ¿Cuál es la correcta?

jueves, 11 de enero de 2007

Haz Imágenes Verdaderas

Hemos visto que amarse a si mismo no es un pase gratis a la indulgencia y la bacanal. El alcoholismo arruina el higado, el sexo desenfrnenado puede matar, comer en exceso lleva a la obesidad y la diabetes, etcétera, etcétera. Pero la ilusión vana que termina en solipsismo es más peligrosa que el abuso al cuerpo.

¿A quién veo cuando me miro en el espejo? ¿Es la imagen de mi padre o mi madre? ¿Es alguien más jóven o más viejo, mejor parecido o más feo que la cara que veo en mis sueños? ¿Puedo ponerme de acuerdo conmigo mismo cuál imagen es realmente la mía?

Hacerse una imágen veraz de si mismo es, supongo, una tarea para toda la vida.

Podemos enorgullecernos solo de quienes somos, con nuestras características loables y aquellas deplorables. No "orgulloso de ser [póngase la nacionalidad, identidad local, raza, sexo]" ni tampoco "me da vergüenza ser [lo mismo]". No lo que soy por nacimiento sino quién soy.

¿Quién soy? ¿Un hijo, un padre, un cónyuge, un profesional, un empleado, un ejecutivo? ¿Soy el tipo que se sienta en el último asiento del ómnibus para leer una novela en paz? ¿Sere todos estos? ¿Más?

¿Soy capaz de revelar lo que sé acerca de quien soy sin temor de ni inquietud por la opinión de los demás? ¿De ser quien soy simplemente porque asi soy?

¿He llegado a creer en las imágenes falsas de mi mismo que he inventado para engañar a los demás? Si es así estoy en zozobra.

martes, 9 de enero de 2007

Soledad Interrumpida

En un foro de discusión en el que se ha discurrido sobre mi última entrega, he caído en la cuenta de que, si bien la condición humana es de fondo solitaria tenemos la opción, en un mundo de 6 mil millones de habitantes, de interrumpirla.

Es decir, si bien los lazos idealizados por la religión y el sentimentalismo popular son un espejismo, hay beneficios en el derecho al roce humano (si, malpensados, también en eso). Pero en el mundo de los individuos, como en el de las naciones, navegamos en aguas internacionales, transitamos una jungla moral en el que la supervivencia es una lucha.

Toda interrupción a la soledad es meramente eso.

Y las relaciones son, como entre las naciones, pactadas, si no se quiere guerra ... (y no hablo de la otra, malpens), inclusive aquellos encuentros que no superan la escasa intimidad de un intercambio con el cartero. Hay un protocolo, acuerdos de coincidencias, tratados comerciales, etc.

En el fondo volvemos a lo dicho, mientras podamos ejercer la soberanía somos seres soberanos, distintos, solitarios. Tenemos la opción de interrumpir la soledad y cada vez que lo hacemos, nos exponemos a las consecuencias.

Lo importante es no caer en la ilusión que el mare magnum de gente que puede rodearnos en un momento u otro, ya sea por el accidente de familias grandes, o por ser miembro de un sindicato, o por lo que sea, constituye una realidad inexorablemente independiente, una suma vectorial que es más que el total de los individuos.

La sociedad y las leyes intersoberanas que aceptamos, o que se nos fuerza aceptar, son perecederas. La comunidad no existe. Es un espejismo temporario. Claro, el espejismo mayor es el de la vida, un período brevísimo en el que adquirimos conciencia, la malgastamos y luego volvemos al sueño eterno.

Cuando uno levanta estas realidades uno se topa con la protesta que es en realidad el temor a la muerte. Hay que tener la valentía de ver la cosa como es para ser como somos y por lo menos disfrutar el derroche de vida.

sábado, 6 de enero de 2007

Estamos Solos

Me doy cuenta que estoy solo al descubrir que el mundo no está para mi.

Descubro asimismo que:
  • Al anochecer ni acudí yo a otros, ni acudieron otros a mi, a traer té a los lechos de los andamos con este resfrío maldito que circula en esta ciudad.
  • A las 7 de la mañana del sábado no hay con quién discurrir sobre la preocupación que me despierta.
  • Al deambular por la biblioteca o el cine no conversé con nadie.
  • En realidad la mayor parte de la gente me aburre, y yo los aburro a ellos. En creciente medida, lo que más les interesa en realidad son los escasamente apetecedores detalles de sus condiciones médicas. Igualmente, lo que más me interesa a mi es mi futuro económico.
  • Aún cuando hago donaciones, o llevo a cabo algún voluntariado, la motivación real es sentirme bueno y noble.
Estamos solos. Nadie ha de velar por nosotros. Y, seamos francos, a menos que nos paguen, ya sea con moneda psíquica o somática, no hemos de velar por nadie.

martes, 2 de enero de 2007

¿Altruismo o Egoismo?

La pregunta titular emana de una respuesta a mi entrada anterior. Mi corresponsal indicó que su noción de ética "requiere de modo esencial el vínculo con el otro/la otra". Respondo que me siento agnóstico respecto a dichos vínculos.

No propongo, aclaro, un egoismo filosófico al estilo de Ayn Rand -- con todo una economía política miltonfriedmanesca. De ninguna manera.

Parto del yo porque el yo es lo único que me consta como constante. El otro y la otra se pueden ir por las verdes praderas, a brinco suelto tomados de la mano ... y el que me queda soy yo.

Satisfacer al yo no implica justificar la opresión del tu, él, ella y ustedes.

No se queda en el mero altruismo tampoco mi corresponsal, quien me indica que el problema del yo es complejo en términos filosóficos. Y me plantea, o quizás me lo imagino yo, la idea de toda una serie de Descartes que piensan en sus altillos en París, Londres, Florencia, y luego existen según patrones que son imposibles de cotejar o comparar. Y aún más, surgen los problemas del error y la sorpresa.

Pero esto es ahondar demasiado en querer saberlo todo.

Lo que propongo es más sencillo. A los efectos de conformar un esquema de lo que debo hacer y lo que no debo hacer, sugiero comenzar con un sano respeto hacia mismo. Un amarme apasionadamente.

Dice el evangelio (Mt 22:39): "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." ¿Cómo amar al prójimo como a mi mismo si no me amo primero?

Aclaremos que esta regla ética no se origina con Jesús ni el cristianismo. Lo mismo decían las escrituras hebreas (Lev. 19:18). Lo mismo enseñaron Confucio cinco siglos antes, Mahoma en su último discurso, los Vedas en India, en la segunda verdad del Budismo, et cetera, et cetera.

Es un lugar común. La diferencia en lo que yo propongo es en el lugar de precedencia. En lugar de negarnos a nosotros mismos en pos de cielos, salvaciones, nirvanas, comenzar por saciarnos de amor.

Hay que amarse apasionadamente, sin pensar en otro, sin dividirse, sin escamotearse amor, hasta que rebase mi amor mi mismo, y de él nazca un amor a otros.

lunes, 1 de enero de 2007

Amate a Ti Mismo

Seamos honestos y admitamos que en el centro de nuestra existencia hay una persona: nosotros, yo, Número Uno. Nos enseñan a contener ese no. 1: padres y maestros insisten en que el no. 1 ceda su lugar a otros; ese no. 1 aprende a odiarse a si mismo, a castigarse a si mismo, a aspira a humillarse. ¡Es un absurdo!

A fin de cuantas, sólo puedo contar conmigo mismo. Y el lector consigo mismo.

¿Pensaste que el presidente iba a cuidarte de los terrores de la noche? ¿Esperabas que tu mamá vendría a abrazarte en la cola de los desempleados? ¡Ja!

Además, no puedo divorciarme de mismo. Contra viento y marea me acompaño a mi mismo, quiera o no.

Ésa es vía negativa al amor hacia uno mismo.

Démosle vuelta. Yo puedo satifacerme mejor que ninguno. Puedo ayudarme a crecer también y a realizarme mejor que nadie.

Comencemos por lo pequeño. Puedo despertar hambriento y alimentarme. Puedo estar sucio y lavarme.

Es más de lo que parece. Una persona minusválida me dijo que soy una persona temporariamente hábil y sana; ya llegará el día en que quedaré postrado en cama e incontinente.

Por el momento, puedo hacerme todo que mi madre hizo por mí cuando era un recién nacido -- y más aún. Puedo hacer probablemente todo esto con la mayor precisión que cualquier otra persona, puesto que sé exactamente de lo que deseo, qué me hará me sentirme bien.

En la República de Yo, soy el pueblo y los representantes. Soy el soberano y el súbdito en mi propio reino.

En mis conflictos internos (acordarse de la dialéctica) apunto a mejorar las cosas para mi sector laboral y de capital, mi varón y mujer (sí, Virginia, sos macho también), el jefe y el conducido. Mis unos mismos internos viven en convenio pactado y con el potencial de llegar a la paz.

Somos un pequeño reino, Yo y Mi Mismo, felices y prósperos. Nos encanta saludarnos en el espejo. Esa cara familiar tan maravillosa.

¿Es demasiado gorda, arrugada, sebácea, pálida? Podemos elegir comer mejor, utilizar un maquillaje mejor, o elegir sencillamente hacer caso omiso.

Tengo esa posibilidad. Puedo amarme.

Claro, en algún momento, o tres, veremos esos galanes y estrellas de cine en la cubierta de una revista, esos políticos en la TV, o esos autores en las contratapas de un libro … y, por un momento, los gusanos de la envidia y el odio nos conducirán a la rabia contra esos atrevidos que se animan a proyectarse de una manera mejor que nosostros.

Nuestras caras en el espejo parecerán poca cosa. Como que no conseguí ser el corresponsal en París del New York Times y a casarme a un novelista rubia y Nobelista sólo por no tener la facha.

¡Totalmente incorrecto! En el Dominio de Mi Mismo & Yo (observar el signo "&" en nuestro título augusto) esos términos y reglas no tienen jurisdicción.

En los canales personales de mi cerebro, todos los programas se dedican al afamado yo. Mi Academia de la Lengua me acuerda su honor más alto cada año. Nosotros mismos, somos, como los Beatles dijeron, más famoso que Jesús.

Tenemos tanto en nosotros mismos que desbordamos hacia otros. ¡Por supuesto, estamos enamorados … !