viernes, 14 de octubre de 2016

Femen fue a Rosario

Creo que para entender lo que hicieron algunas mujeres en Rosario hay que entender a Femen y sus seguidoras. Es un grupo militante europeo feminista que se distingue por preotestas de jovencitas desnudas en público.

Han protestado desnudas en la catedral de Notre Dame en París, en Ucrania y en Rusia y otros países.

Inspiradas por ellas, las integrantes de un grupo rockero ruso llamado Pussy Riot (traducido al porteño, sería "Alboroto de Conchas") dieron un "concierto" improvisado el 21 de febrero de 2012 en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, en el que cantaron un número titulado " Virgen María Theotokos Sálvanos de Putin".

Lo de Rosario fue una copia. Las mujeres que protestaron tirando piedras a la catedral, que fue una minoría, imitaron a Femen y Pussy Riot. Y los policías imitaron a la policía rusa, que llevó presas a Pussy Riot.

Se trata de una rebelión juvenil y anárquica frente a una sociedad autoritaria. Digo sociedad y no gobierno, porque tanto Rusia como Argentina tienen tradiciones de autoritarismo muy arraigadas en todos los aspectos de la sociedad.

Hay modales y modas que no se violan. Al igual que hay quienes añoran la dictadura (y a Rosas) en la Argentina, en Rusia hay quienes han dicho (no lo invento) "bajo Stalin esto no sucedía".

La Rusia de los zares (y Stalin fue un zar, como lo es ahora Putin) se asemeja a la Argentina de los caudillos y patrones (Perón y Rosas, ahora Macri). En ambas naciones de estepas interminables, hay convenciones rígidas que se mantienen con violencia desde la niñez.

Sorprende al visitante ver las madres argentinas que manejan a sus crías en público a bofetada limpia. En Europa occidental las pondrían presas.

Pero de ahí es que surgen las patotas, algunas uniformadas y con sueldo del gobierno. Son los valientes que van con cascos y escudos antimotines a lidiar con mujeres desarmadas en Rosario.

¿Y las mujeres que protestan? La sociedad argentina dictamina que es "falta de educación" expresar impotencia y rabia.


miércoles, 12 de octubre de 2016

La moda anti-Colón: prejuicios nutridos por mentiras

Cristóbal Colón no fue un santo y, a pesar de su nombre (que significa “portador de Cristo”), era judío converso. De hecho, el primer europeo que se constata que pisó tierra firme en el Nuevo Mundo fue abiertamente judío, se llamaba Luis de Torres e intentó hablar en hebreo con los americanos que encontró el 12 de octubre de 1492.

Si esto lo asombra es porque la propaganda histórica oscureció la realidad de lo que ocurrió aquel fatídico día y en los años que siguieron..

La versión más oida en el mundo de habla inglesa es que los españoles, crueles, perezosos y papistas, llegaron al Caribe infundidos por ansias de oro, locura por el derramamiento de sangre y la esclavización de los nativos, y un impulso insaciable de violar a las mujeres. Las repúblicas posteriores estaban condenadas al fracaso y al derrumbe, sumidas en una modorra neofeudal debido a ese mestizaje desenfadado, de cuyo ocaso los liberaría la magnánime Gran Bretaña y, más tarde, Estados Unidos; y esos anglosajones emprendedores poseían la libertad y, más aún, el deber de explotar la riqueza existente en esas por bien del continente, impulsándolos a la democracia y el libre comercio.

Esto pasa por alto varios hechos incómodos.

Uno de ellos es que la información sobre las barbaridades españolas durante la colonización inicial no fue descubierta recientemente por historadores revisionistas o, incluso, por activistas pro-nativos. Proviene de la defensa de los nativos por parte de sacerdotes católicos españoles hace unos 500 años.

En Estados Unidos, los indignados seguidores de la moda anti-Colón que se desgarran las vestiduras ante el accionar de los españoles, raramente toman nota de las atrocidades británicas contra los indios americanos, los irlandeses, los hindúes, los africanos y demás pueblos con los que se toparon al expandir su imperio. Esto incluye el primer uso constatado de la guerra bacteriológica durante la Guerra Franco-India (1754-1763), cuando los principales comandantes generales británicos de lo que ahora es el noreste de Estados Unidos pidieron, sancionaron, subsidiaron e hicieron que se llevara a cabo la distribución de mantas infectadas con viruela entre los indios. ¿Dónde estaban los clérigos protestantes de la época exigiendo que se pusiera fin a tal práctica?

Y ni hablar de la introducción del negocio basado en el secuestro de africanos para esclavizarlos en el Nuevo Mundo, una empresa totalmente británica y portuguesa. Hoy en día, todas las excolonias británicas, incluyendo Estados Unidos, tienen una fisura étnica o racial en su sociedad. ¿Por qué será?

Por supuesto, hay otra versión de la propaganda histórica, en castellano, sobre la colonización de América, que contiene otras distorsiones.

Según la historia tradicional española e íberoamericana, los valientes y devotos militares y misioneros  españoles trajeron la civilización y el cristianismo a los indios salvajes y establecieron sociedades en las que se respetaba a todos en función de su rango. Cabe destacar que en dichas sociedades la rica paleta de tintes de piel proviene de la mezcla de nativos, africanos e íberoamericanos que se dio sin asco racial. Esta gloriosa empresa fue interrumpida por la depredación de los piratas ingleses que atacaban el legítimo trafico marítimo español y por agentes foráneos que agitaron el descontento entre las élites locales.

Desde la década del '70 se agrega un capítulo revisionista, que en parte adopta lo que tradicionalmente se conocía como la “leyenda negra”, atribuida a los ingleses, sobre la colonización española. Esta versión añade que las antiguas colonias de España y Portugal se convirtieron en latifundios neofeudales gracias a una campaña británica que buscaba desarrollar un régimen neocolonial de repúblicas bananeras y serviles en Iberoamérica que, una vez el Imperio Británico se desvaneció, Estados Unidos asumió como suyas.

Los americanos de Estados Unidos progresistas que se creen supuestamente iluminados llegan al juego historicista un poco tarde, así como los hijos y nietos de inmigrantes más recientes cuyos antepasados tuvieron poco y nada que ver con la colonización. Es fácil criticar a generaciones pasadas de gente con las cuales uno no tiene la más mínima relación.

La tarea más difícil es reevaluar la historia teniendo en cuenta lo que la gente del pasado pudo haber entendido o sabido.

Por ejemplo, la palabra “genocidio” fue acuñada en 1944 por el jurista estadounidense nacido en Polonia Raphael Lemkin en su obra El régimen del Eje en la Europa Ocupada, con el significado de “matar a los de una tribu”, del griego genos (raza o etnia). Colón no habría sabido de qué se trataba semejante término.

Toda conquista a lo largo de la historia, incluso la de Siria y Ucrania del siglo 21, ha implicado siempre el uso de una violencia vil y repugnante contra la población civil, con frecuencia hacia víctimas elegidas especialmente por su etnia.

Colón no llevó a cabo una expedición científica con un picnic como broche de oro. Estaba a cargo de una empresa dirigida a obtener acceso a productos asiáticos para comercializarlas en Europa. Tenía inversores a quienes reembolsar porque, contrario a la leyenda, los Reyes Católicos no financiaron la empresa, sino que fue un consorcio encabezado por dos judíos conversos como Colón: Luis de Santángel, canciller de la casa real de España, y Gabriel Sánchez, tesorero de Aragón.

De hecho, al realizar mi pesquisa para esta entrada, hallé una explicación un tanto fantástica que añade un punto de vista adicional a las propagandas y leyendas existentes. Fue publicada el 14 de octubre de 2013 en un blog de The Times of Israel por Simja Jacobovici, director de cine y periodista canadiense-israelí.

Jacobovici señala que Colón partió del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492, fecha que para el autor es el noveno día del mes judío de Av, “el día más triste del calendario judío, en el que tanto el Primer y Segundo Templo en Jerusalén fueron destruidos”.

Curiosamente, también fue el día en el que todos los judios de España tendrían que haberse convertido al cristianismo o irse; y junto a las naves de Colón había una verdadera flotilla que transportaba judíos emigrantes. Y además de Torres, por lo menos cuatro tripulantes más eran judíos.

Y ahí deja caer la bomba Jacobovici:
¿Por qué pensó Colón que debía tener un altavoz hebreo con él en un viaje al Nuevo Mundo? Según [el caza-Nazis] Simon Wiesenthal, en su libro Velas de Esperanza, Colón no fue en busca de la India. Más bien, su misión secreta era encontrar las tribus perdidas de Israel.
No importa si esta afirmación es certera, o no. Hay evidencia de que el retraso de la expedición en las Islas Canarias tuvo que algo ver con negociaciones con las autoridades españolas respecto a la participación de judíos en el viaje, aparte del amorío del Gran Navegante con una viuda cuya casa en Las Palmas sigue en pie (y a la cual visité).

Buscara lo que buscara, Colón halló, por puro accidente, otra cosa.

No existía un protocolo establecido por la humanidad sobre qué hacer al encontrar tierras que uno ni sabía que existían, y encima habitadas por pueblos con tecnología de guerra muy inferior a la de uno. El ejemplo a seguir, desde la historia más antigua, ofrecía un mandato claro: conquistarlos.