lunes, 31 de enero de 2011

Cómo Acabar con el Narcotráfico

Más leo desde acá, más me llega la preocupación por el narcotráfico. Hay una solución muy sencilla: legalizar la producción y exportación.

Hay que empezar por el hecho de que para Iberoamérica la droga no es un grave problema social en cuanto a consumo interno, al grado que lo es en América del Norte y Europa. Hasta Suiza, pas donde todo funciona como un reloj, tiene un serio problema de heroína.

Para los países productores, como Colombia, México y Bolivia, y para los distribuidores, como Argentina, Paraguay y Venezuela, el principal azote del narcotráfico es el caudillismo salvaje de los traficantes, que asesinan, corrompen y corroen la sociedad de punta a punta. No se puede hablar de civilización en medio de forajidos como esos.

Pero la droga en si tiene un gran potencial económico. Puede traer divisas, crear empleo -- y de hecho lo hace. Sólo que gran parte de los empleos son criminales.

Imagínese uno a Bolivia con granjas de coca legales que envíen a refinar a laboratorios abiertos y legales y pongan legalmente en aviones, la mercancía. Aumentaría el empleo rural, el empleo de técnicos con preparación y de transportistas varios. Todas estas empresas pagarían ciertos impuestos que podrían ser destinado a escuelas, carreteras, electrificación, etc.

Y no habrían necesidad de matones criminales -- o policíacos y paramilitares -- dado que todo sería legal.

¿Y los países consumidores? ¡Que se jodan!*


* En realidad, recomendaría que sigan con la comparsa con la legalización de la importación, venta y consumo de drogas.

sábado, 15 de enero de 2011

Hoy una serenata para María Elena Walsh

Me entero por el blog de una legisladora que conozco de que ha muerto (o dejado de respirar, como especifica una columnista) la poeta, compositora y cantantde María Elena Walsh, a quién conocí a través de sus canciones para niños adultos.

Caratula del suplemento “Las 12″ del día de hoy.
Cantaba, en su flamante disco (para los que no se acuerden, eran como CDs grandes y negros) para adultos, titulado "Juguemos en el Mundo" (que me regaló mi prima), lo siguiente:

¡Ay, que vivos,
son los ejecutivos
que vivos que son
del salón al avión
del harén al Edén
siempre tienen razón
y además tienen la sartén,
la sartén por el mango
y el mango también!

Era por ahí por 1967 o 68. Poco antes del Cordobazo o de los estudiantes de París. Mucho antes de que a alguien común y corriente se le ocurriese resolver a tiros todo el descalabro socioeconómico que estas palabras describen tácitamente. Y fue feminista antes de que fuera común en la Argentina, pero a su manera.

Mentes más desarrolladas que la mía, que viven en aquella sociedad, ya dijeron todo lo que se pueda decir de fondo. Añado solo mi impresión de dos canciones "Serenata Para la Tierra de Uno" y "Gilito de Barrio Norte" (cliquear en los títulos para ver las letras).

La primera es una canción al país de uno, en su caso la Argentina. 

Es y era difícil para un argentino de mente sobria, como lo era Walsh, adherirse a las marchas cursis y marciales con las que se inculcaba un "patriotismo" que nunca redundaba en sacrificios cotidianos a favor de la comunidad nacional. (No se cantan en las escuelas las constantes traiciones al país de los que más se identifican con San Martin, Belgrano, etc.)

Pero bien, reconocer que las raíces son necesarias, como escribiera Simone Weil en L'Enracinement, es otra cosa. Y ahí se me complicaban las cosas porque "el idioma de infancia" que "es un secreto entre los dos" era para mi, aún de adolescente en Buenos Aires, el inglés. Y el inglés de mi ciudad natal, Nueva York (curiosamente el mismo que hablaba el creador del nuevo tango, Astor Piazzola).

O sea que era una canción a mi país a través del suyo. Y al pasar del tiempo me fue quedando cada vez más a la medida, aunque sus imágenes y las mías fueran distintas.

Todos queremos a nuestro terruño, pero no, si somos cuerdos, porque es mejor, sino porque es nuestro y familiar.

La segunda se acerca a la controversia. "Gil" en lunfardo, el argot de Buenos Aires, es como decir "tonto." Y yo fui, en definitiva, precisamente uno de esos de los que hablaba la canción:

Gilito del Barrio Norte que la vas de guerrillero
y andás todo empapelado con el Che,
anunciándole a Magoya
que salió la nueva ley.
Hablás mucho del obrero pero el único que viste
es un peón de una cuadrilla por la calle Santa Fe.
Vos la única guerrilla que peleás de coronel
es la que te dan las minas en las whiskerías finas
donde sentaste cuartel.

Nunca guerrillero ni amante de las guerrillas, pero si un tanto privilegiado sin carnet. Y me hubiese gustado la "guerra" de las "minas" (mujeres) si me hubieran dejado entrar (me fui de la Argentina a los 17).

Era un destape duro pero buen puesto de Walsh a aquellos compañeros de colegio de curas al que fuimos que en un momento hicieron amagos de "castro-peronismo". Me sentí aludido, aún en América del Norte.

Tenía razón, éramos unos gilitos. Gracias, María Elena Walsh, por hacermelo ver.

sábado, 1 de enero de 2011

Despedida ¿Nunca Más?

Me escribe una lectora en Francia con su fragmento de un mensaje electrónico en franchute chapuceado que le envié el día de la luna llena. 
C'est un pays de merde !!!!! C'est des peuples de merde ! Je suis trop frustrée avec tout et toutes. Je m'allerai a ma maison en mon pays a demain et je ne peut pas arrêter pour le moment de partir. C'est toute une déception totale.
Con esa actitud ruinosa comenza el año 2010 en Buenos Aires.

Culmina el viaje con una revelación final. Una historia de la familia en la que seguí el rastro de antepasados hasta la época colonial, y que había mandado a mi prima para que distribuyera a sus hijos, ha sido sencillamente censurada. No tenían ni idea de la existencia del relato, que peca de folklórico porque la familia es así.

La maldita tierra de mis padres pareciera cesar prodigando sus maleficios el momento que entro a la cabina del avión. Se me habla en inglés, y vuelve mi confíanza de que de ahí en más estoy en el ambiente del país en el que mi madre (era argentina, pobre) me dió luz. El pan es pan, y el vino, vino. O al menos sé que no es pan y que es vinagre. ¡Qué sé yo!

Pero la distención no dura. Despegamos tarde. Siendo medianoche, en un aeropuerto de comparativamente escaso tráfico, no hay excusa para retrasar el avión. El retorno a la Argentina termina como a su comienzo la semana anterior: nada funciona, para no variar.