domingo, 11 de septiembre de 2011

Perdonar, aún por el otro sept. 11

Fue una semana o dos después del evento que obsesiona a muchos hoy en este país. Un sacerdote irlandés, un visitante en lo que entonces era mi parroquia, predicó desde el púlpito que el perdón era una gran cosa (mis palabras), pero que lo que había sucedido en Nueva York, Washington y Pennsylvania exigían retribución (su palabra).

Nada de dar la otra mejilla para este clérigo supuestamente cristiano.

Entiendo. En realidad me resulta muy difícil perdonar. El problema es que la gente que me daña, sobre todo con la soberbia y su negativa a escucharme, no me hacen el favor de reconocer su culpa.

Sin duda, Osama bin Laden murió con la certeza de que Estados Unidos había ofendido al mundo musulmán de una manera que merecía lo que pasó y mucho más.

Del mismo modo, dudo que los directivos de la ITT que proporcionan fondos encubiertos, agentes de la Casa Blanca de Nixon y de la CIA hayan perdido mucho sueño por ayudar e incitar a la destrucción de la democracia en otro 11 de septiembre, el de Chile en 1973, el que terminó con un presidente electo muerto y miles de ciudadanos chilenos de todos los ámbitos de la vida secuestrados, torturados y asesinados.

El saldo inicial (personas muertas en el estadio de Santiago en el período inmediatamente posterior al derrocamiento violento de Salvador Allende) fue similar en Chile como en la isla de Manhattan 28 años más tarde: 3.000 personas muertas.

El General Augusto César Pinochet había dejado sentado, en un número de la revista militar Estrategia publicado en 1965, su esquema de un "estado de seguridad nacional" para la lucha en defensa de lo que los regímenes militares de América del Sur llegaron a llamar "la civilización cristiana y occidental." Murió sin tener que pedir perdón por sus crímenes.

Ni para los US$ 250 millones pagados a la  Anaconda Copper Mining Company por el régimen de Pinochet para compensar la pérdida de dos tercios de su producción de cobre bajo Allende. Anaconda, fue declarada  fuente de una enorme contaminación por la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. en la década de los 1980. Fue comprada por la Atlantic Richfield Company en 1997, firma que a su vez fue comprada por BP, la antigua British Petroleum y, más recientemente la causa de desastres ambientales en el Golfo de México.

¡Qué enmarañada trama!

El evangelio de hoy habla de perdonar "setenta veces siete", una meanera bíblica de decir muchas, muchas veces. Y, sin embargo, simpatizo con el sacerdote irlandés cuando pienso en el 11 de septiembre de 1973.

En cuanto a la misma fecha de hace diez años, me hubiera gustado que en vez retribución se hubiera abierto un espacio para la comprensión de aquellos que presenciaron el saqueo de sus países por los EE.UU. y otros intereses occidentales con los que la mayoría de nosotros nos sentimos en absoluto nada en común. Comprenderíamos que fue la rabia desconsolada y mal dirigida la que piloteó los cuatro aviones estrellados.

Una vez comprendidos, aquellos musulmanes agraviados podrían haber llegado a perdonarnos el disfrutar sin darnos cuenta del nivel de vida sostenido por el saqueo que comete nuestra sociedad. Y así podríamos perdonarlos a ellos por su golpe de rabia.