viernes, 26 de enero de 2007

Ab Culo Mundi

Asi me escribe una estimada corresponsal argentina, refiriéndose al origen geográfico, no anatómico, de su misiva, ante lo cual quedo atónito. ¿Qué le pasó a ese país que se jactaba de tener el río más ancho del mundo, la avenida más ancha y la más larga, y el pueblo al cual todos los libres les respondían al menor estornudo, "¡salud!"?

Es una observación de quien no reside en la repú ... blica desde hace demasiados años. Uno se baja del avión en Ezeiza y no deja de escuchar que "estás en el tercer mundo". Argentina, dejó de ser suburbio de París ¿cuándo?

Y no pasan muchas copas para que los mismos que proclaman la condición tercermundana de la RA declaren que, claro, los técnicos argentinos son los mejores del mundo, porque se las ingenian sin herramientas. (Lo cual, opina el observador, es cierto y sorprendente cada vez que se da la ocasión.) Y el bife, y el tango, y no toquemos el fóobal.

Claro, ¿existe el homo argentinicus? ¿O estoy castigando generalización infundada a punto que alguien me va a tirar tomates? Estipulemos que la argentinidad es un fenómeno antropológico de dimensiones y características debatibles, pero observables.

En una época, en la generación de mis padres, cuando al menos los muchachos no usaban gomina madeinusa (¡pronuncie la "e", gentil lector!), uno podía transitar una calle en Bruselas, Madrid, Ginebra o Boston y, si pasaba un argentino, dar clavado en su nacionalidad.

El sombrero ladeado, el traje gris, el bigote, la manera de caminar. Existía un argentino que no era imitación nada: era argentino.

Ahora te encontrás estudiantes argentinos en Roma y antes de abrir la boca se parecen más a sus congenéres franceses que a Gardel. Es un poco el fenómeno Eurovisión, o el de la película L'Auberge Espagnole.

Desapareció el viejo nacionalismo idiota de "¿qué dicen los yanquis de la Argentina?" (respuesta rápida: Argentina = tortura o Argentina = Evita ... antes era Argentina = Brasil). Ya no se habla de Argentina "potencia mundial". Acercándonos a un vigésimoquinto aniversario bélico que ni sé cómo, ni si se celebrará, no deben quedar muchos capaces de creerse que es sencillo enfrentarse a un país miembro de la OTAN para recuperar un archipiélago de mala muerte.

En su lugar está el antinacionalismo del taxista que me expresaba su lamento que no hubiesen ganado los ingleses en lugar de Liniers en las invasiones de 1806-07.

Se observa un menosprecio de lo autóctono, del idioma castellano. No se envían mensajes, sino "mails" (que ni es inglés). No se comen emparedados, sino "sandwichs" (en inglés es sandwiches).

Me decía un primo: "Hay más gente rubia ahora que antes." (Y no atiné a señalarle las botellas de teñido ... ¿para qué quitarle las ilusiones?)

Y está mi corresponsal, que me dice que "me encuentro con que pensás cosas que yo puedo andar pensando y que encontrás las respuestas que yo suelo encontrar" ... pero que me asegura que me escribe desde el trasero global.

No sé realmente a cuales argentinos prefiero, a los prepotentes de antes o los autosubestimados de hoy. Solo atino a mandarles al buen pueblo argentino, un abrazo.

No están tan solos en el mundo; hay quien, desde lejos, los aprecia.

martes, 23 de enero de 2007

La Revolución Será Blogueada

Interrumpimos esta blogueadura filosófica para indicar que el revolver humeante que revela el porque de la invasión de Iraq finalmente se ha encontrado, agregando millones de razones a las que traerá la gente que viene a Washington a la manifestación contra la guerra el próximo sábado.

¿Por qué, al fin y al cabo, es que el Presidente Bush envió a tropas a la aventura en Iraq? ya sabíamos desde el primer momento que por algo malo era. ¿Pero qué?

Algunos dijeron que era por un defecto psicológico. Bush se sintió castrado por Osama bin Laden y tenía que demostrar que seguía siendo macho. Poner a un presidente en el sofá psiquiátrico, un pasatiempo popular desde la época de Richard Nixon, no funciona. No conocemos la psiquis de Doblevé lo suficiente para psycologizarlo. Y los que la conocen, no lo cuentan.

Hay también quienes pusieron la cosa en términos de tragedia griega: Bush el Menor venga el honor de Bush el Mayor, ultrajado su Némesis, el malvado Saddam Hussein. Tampoco funciona. Consta que Bush padre discrepa con Bush hijo sobre Iraq; Bush I paró en la frontera, donde Bush II osó pisar imprudentemente.

No nos olvidemos de que Bush no nos hace la tarea de conjeturar sus intenciones fácil. Es diabólicamente listo y no le tiene miedo a parecer estúpido con tal de engañar a sus adversarios.

Para calar las intenciones de los jefes de estado, uno debe observar quien beneficia por la jugada, cuáles son los efectos y hasta qué punto son coherentes con las metas del dirigente.

¿Por qué fue Nixon fue a China? Para comprar su salida de Vietnam.

¿Por qué Reagan comenzó su campañas electoral de 1980 en Philadelphia, Mississippi, un pueblito sureño de mala muerte, pero el sitio en el que ocurrieron los asesinatos de tres activistas de los derechos civiles en 1964? Para darles un guiño a los racistas sureños cuyos votos cortejaba.

¿Por qué es que George W. Bush y su partido republicano, adalid histórico del presupuesto en equilibrio, la causa de los déficites presupuestarios más grandes de la historia estadounidense? Porque quieren desestabilizar, y si es posible derrumbar, la fundación financiera de todos los programas sociales para ciudadanos de mediano y bajo ingreso.

Ahora bien, mis colegas analistas, ¿qué explicación plausible hay para una invasión de un país que ni Bush creía ser amenazante?

Días antes de la Navidad apareció como una luz tenue de respuesta un artículo en Der Spiegel online, La bendición del petróleo de Iraq se convertirá en una maldición? referente a un proyecto de ley en el parlamento de Iraq que permitiría que las compañías extranjeras se queden con el 75 por ciento de los réditos del petróleo extraído de Iraq por 10 años. “Negociando el reparto mientras que Iraq es inestable,” escribió a Joshua Gallu en Berlín, "las compañías podrían congelar la ganancia que perciben por el riesgo por diez años a un nivel mucho más bajo de lo que obtendrían en el futuro.”

Ahora si. Las petrotransnacionales suenan como una razón plausible para la invasión. Cuaja con la trayectoria de Bush en ese sector. Y tiene sentido en un mundo en el que las reservas disponibles van en merma, e Iraq posee la cuarta reserva más grande del mundo, de 112 gigabarriles.

Ahí está: Bush envió tropas a Iraq para crear circunstancias que permitirían que las compañías petroleras occidentales consiguieran poner bajo cerrojo reservas petroleras enormes por una bagatela. Eso si, la bagatela es para los ejecutivos que se darán megabonuses al mismo tiempo que estafan al consumidor -- y bloquean la búsqueda y el desarrollo de combustibles alternativos.

Por otra parte, una vez que uno lo ve asi caen todos los sospechosos. Resulta que el Fondo Monetario Internacional está dirigiendo un cartel de acreedores que han pospuesto los pagos siempre que Iraq se comprometa a aprobar la ley de hidrocarburos. Los sindicatos iraquíes se oponen la ley. La autoridad regional kurda no sólo se opone, sino que ha firmado sus propios acuerdosm, en términos más razonables, con algunas compañías.

¿Y la guerra sectarian? ¿No será más por las alas del petróleo que por Alá?

Bush desea desesperadamente cambiar el tema ahora que 70 por ciento de estadounidenses se oponen a su política en Iraq. No le dejemos. Especialmente ahora que no necesitamos conjeturas sobre de donde viene todo esto.

lunes, 22 de enero de 2007

Lamentos del Lunes

Hay pocas decepciones en la vida que se comparen a despertarse el lunes por la mañana para descubrir que se acabó el escape al trabajo, por mucho que a uno le llene su vocación.

En sociedades occidentales, por lo menos, desde la costumbre sabática cristiana a partir del IIIer siglo nos ha dado un día libre, el día del sol de la astrología egipcia antigua, el dies solis romano. El clero lo bautizó día del Señor, dies dominus o domingo, día de la adoración. Mientras tanto, el sábado, el día de descanso bíblico original, fue agregado como un día de descanso a fines del siglo XIX y principios del XX, en respuesta a los reclamos sindicales más que religiosidad.

Así comenzó el fin de semana.

Obsérvese el cambio: del impulso sabático a la diversión. En uno se fijaba un tiempo para Otro(a), mientras que en el fin de semana moderna se pone a nuestra disposición un período de tiempo para rehacernos. En la llamada "ética laboral protestante" de Calvino, que Weber identificó como fundamento del capitalismo, se propone que el trabajo lleva a la “salvación” (Arbeit Macht Frei, "el trabajo os hara libres" proclamaba un lema en los portales de algunos campos de concentración Nazi). Una perspectiva más dionisíaca, y quizás más humana, de actividad humana, acepta que nos cansamos del trabajo organizado, particularmente el que redunda en beneficios para otros, y necesitamos un jubileo.

La pregunta que hace a la distinción es esta: ¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir?

(Si trabajo duro, ¿es porque me satisface o por una razón sin gusto? Y las mercancías y servicios que obtengo como fruto de mi trabajo ¿es realmente fuente de alegría o sólo lo que creo que se espera que tenga? ¿Y poseo lo que me gano o son mis posesiones las que me poseen?)

Hay que acordarse: por muchas vidas que esperes en base a lo que digan tus inclinaciones religiosas o los curas, aquí y ahora hay solamente una vida.

Vale la pena hacer que tu hora en la Tierra cuente para algo y caminar cuanto se pueda del lugar en el que uno tomó conciencia de si mismo y del mundo.

Aunque esperes hallar las 72 vírgenes de la ultratumba musulmana, ¿qué te hace que pensar que hacerlo por primera vez 72 veces en el gran más allá va a ser mejor que hacerlo por primera vez acá, apenas una vez, en los trigales? Además, ¿quién te dice que las 72 vírgenes no serán monjas? (Imaginarse a Alá diciéndoles a la gente de Bin Laden, “ja, ja, ¡qué broma les eché!”)

Seriamente, gente: ¡acordarse de reír! Es una orden cósmica.

viernes, 19 de enero de 2007

Nosotros, los Otros

En la película Los Otros (2001), Nicole Kidman es una mujer que vive con sus dos niños fotosensitivos en una casa encantadora en la isla de Jersey, donde aguarda la vuelta de su marido, que se ha ido a luchar en la segunda guerra mundial. La casa parece embrujada hasta que el espectador ve la realidad del punto de vista de los aparecidos.

Una inversión de perspectivas similar es necesaria para dar el próximo paso en esta serie de reflexiones hacia una ética. Hemos visto en la ultima entrega el conflicto entre como nos vemos y como nos ven.

El problema que conlleva ser el arbitro de mi mismo es que no puedo verme del todo, ni físicamente. Me dicen que los elefantes, cuando se les muestra un espejo comienzan a moverse para ver partes traseras que nunca pueden ver de otra manera.

El problema con el pensamiento de masa es obvio una vez que uno lo pone en contexto. Entre los grupos de adolescentes, de las cuadrillas masculinas a las pandillas femeninas, hay una tendencia autoritaria a exigir a los miembros un estilo uniforme de ropa, de discurso y de comportamiento, generalmente conforme al capricho del varón o la hembra alfa. Sucede precisamente en el período del desarrollo personal en el que la imagen de si mismo es más débil y maleable. El resultado es a menudo el comportamiento antisocial, uno mismo-destructivo que arruina vidas.

En el mundo adulto tenemos el mundo de las modas, que tiraniza la apariencia y vestimenta, principalmente los de la mujer. También tenemos el organization man de William Whyte, quien describió en 1956 al conjunto de tales individuos, como
“gente que trabaja solamente para la organización. Aquellos a los que me refiero pertenecen a ella también. Son personas de nuestra clase media que dejan su hogar, espiritual y físicamente, para tomar los votos de por vida en la organización, y son ellos los que son la mente y el alma de nuestras grandes instituciones que se autoperpetuan.” (traducción mía)
Hace acordarse de los sacerdotes católicos, lo que nos lleva a la tercera posibilidad, el terapista.

El problema que conlleva el terapista (que en otras épocas fue el sacerdote y chamán, el oráculo y el vidente) es que actúa en función de su propio orden del día, que bien puede ser muy distinto de nuestras propias metas. Los sacerdotes y los chamanes eran, como los artesanos y los escribas, dependientes en la generosidad y el placer del rey, pues no producían su propio pan, ni aportaban protección al reino.

El terapista de hoy es más libre, pero queda vulnerable a la corrupción pecuniaria -- viene demasiado bien ese honorario que cada semana por años sin fin aportan los pacientes que supuestamente no han llegado al punto de no necesitarlos. Además los terapistas funcionan conforme a las modas de su profesión y, colectivamente, son los organization men paradigmáticos de la sociedad, a partir de su poder de encerrar a la gente en un manicomio. (Y, al hablar de poder, no nos olvidemos de Aristóteles y su pensar acerca de la potencia y el poder.)

No obstante, el terapista ideal es un observador entrenado y de experiencia. Como periodista, que es otra ocupación ejercida idealmente por el observador entrenado y de experiencia, recibo a menudo la queja de que cualquiera hoy en día puede conseguir su propia información por si mismo. El periodismo no es, sin embargo, la mera recolección de datos, sino el tamizar para descubrir qué es engaño, qué error, para llegar al bosquejo preliminar de lo sucedido.

Algo similar puede decirse del terapista ideal. Éste es alguien a que investimos con el potencial de ayudarnos a discernir quiénes realmente somos, lo que realmente deseamos hacer y ser en nuestras vidas. Lo principal no es, al menos no debe ser, el terapista, sino el proceso terapéutico.

Su esencia fue capturada en una vieja broma: ¿Cuántos terapistas se necesitan para cambiar una bombita? Uno, pero la bombita tiene que querer cambiar.

En el fondo, no es el terapista quien nos presenta un cuadro de nuestro ser, sino aquella persona cuyo escuchar activo nos permite reorganizar el cuadro de nosotros mismos que teníamos cuando lo fuimos a ver.

Y no es necesario que sea un especialista con credenciales y licencia. Puede servirnos lo mismo una buena persona, o un buen libro. Todo lo que realmente necesitamos es un “espejo activo” que nos permita vernos como nos ven y salir de nuestro claustro interno para transformarnos en lo que quisiéramos.

Concluyo que para revelarnos una imagen propia verdadera, necesitamos entablar una relación interactiva con algún Otro o Algo que alumbre, aunque sea en una luz ténue, lo que aparecemos ser, para distinguir y ser quienes queremos ser.

En otras épocas ese Otro se personificaba en un dios, o un intermediario poderoso, al que la gente cedía su independencia porque se sentían como barriletes, impotentes en los vientos del destino. Hoy, pienso, las cosas son diferentes.

Los Otros pueden emanar de nuestro interior, desafiándonos, mostrándonos lo que no queremos ver, o puede ser alguien externo, convocado por la voz interna. Como en la película, puede resultar que somos nostros los Otros.

martes, 16 de enero de 2007

Alicia y Su Espejo

Apenas había terminado de pulir mi entrega sobre el quehacer de las imágenes verdaderas de uno mismo, convencido de ser un plácido investigador de la sabiduría, cuando una conocida declaró que mi temperamento es de temer y mis respuestas hipersensibles. ¿Somos como nos vemos o como nos ven los demás? ¿Cuál imagen de uno es el la verdadera, la válida que elimna a las demás?

Hay varias respuestas.

Mi respuesta inicial es que sólo yo sé que pienso al escribir o hablar, o al ponerme en acción. Por lo tanto, la imagen que yo formo de mi mismo es la verdadera, es quien soy.

Me interpela una amiga que, por el contrario, realmente no sé quien soy. Mis intenciones reales se hallan ocultas en las predisposiciones genéticas y el inconsciente. El mejor dictamen de quien soy lo pueden dar sólo quienes observan mi comportamiento. Si cinco personas me juzgan ser X, aún cuando proteste desde mi fuero interno que soy Y, en realidad soy X.

Otra voz dice: ni unos ni otros, el uno mismo verdadero sólo lo ve un terapista. La fuente es, adivinará el lector, es terapista (pero no mi terapista; no tengo, aunque quienes piensan que debería tenerlo). Substituyamos “terapista” por alguien a que investimos con el potencial de ayudarnos a discernir quiénes realmente somos y lo que realmente deseamos hacer y ser en nuestras vidas.

Tres opciones. Tres puertas. ¿Cuál es la correcta?

jueves, 11 de enero de 2007

Haz Imágenes Verdaderas

Hemos visto que amarse a si mismo no es un pase gratis a la indulgencia y la bacanal. El alcoholismo arruina el higado, el sexo desenfrnenado puede matar, comer en exceso lleva a la obesidad y la diabetes, etcétera, etcétera. Pero la ilusión vana que termina en solipsismo es más peligrosa que el abuso al cuerpo.

¿A quién veo cuando me miro en el espejo? ¿Es la imagen de mi padre o mi madre? ¿Es alguien más jóven o más viejo, mejor parecido o más feo que la cara que veo en mis sueños? ¿Puedo ponerme de acuerdo conmigo mismo cuál imagen es realmente la mía?

Hacerse una imágen veraz de si mismo es, supongo, una tarea para toda la vida.

Podemos enorgullecernos solo de quienes somos, con nuestras características loables y aquellas deplorables. No "orgulloso de ser [póngase la nacionalidad, identidad local, raza, sexo]" ni tampoco "me da vergüenza ser [lo mismo]". No lo que soy por nacimiento sino quién soy.

¿Quién soy? ¿Un hijo, un padre, un cónyuge, un profesional, un empleado, un ejecutivo? ¿Soy el tipo que se sienta en el último asiento del ómnibus para leer una novela en paz? ¿Sere todos estos? ¿Más?

¿Soy capaz de revelar lo que sé acerca de quien soy sin temor de ni inquietud por la opinión de los demás? ¿De ser quien soy simplemente porque asi soy?

¿He llegado a creer en las imágenes falsas de mi mismo que he inventado para engañar a los demás? Si es así estoy en zozobra.

martes, 9 de enero de 2007

Soledad Interrumpida

En un foro de discusión en el que se ha discurrido sobre mi última entrega, he caído en la cuenta de que, si bien la condición humana es de fondo solitaria tenemos la opción, en un mundo de 6 mil millones de habitantes, de interrumpirla.

Es decir, si bien los lazos idealizados por la religión y el sentimentalismo popular son un espejismo, hay beneficios en el derecho al roce humano (si, malpensados, también en eso). Pero en el mundo de los individuos, como en el de las naciones, navegamos en aguas internacionales, transitamos una jungla moral en el que la supervivencia es una lucha.

Toda interrupción a la soledad es meramente eso.

Y las relaciones son, como entre las naciones, pactadas, si no se quiere guerra ... (y no hablo de la otra, malpens), inclusive aquellos encuentros que no superan la escasa intimidad de un intercambio con el cartero. Hay un protocolo, acuerdos de coincidencias, tratados comerciales, etc.

En el fondo volvemos a lo dicho, mientras podamos ejercer la soberanía somos seres soberanos, distintos, solitarios. Tenemos la opción de interrumpir la soledad y cada vez que lo hacemos, nos exponemos a las consecuencias.

Lo importante es no caer en la ilusión que el mare magnum de gente que puede rodearnos en un momento u otro, ya sea por el accidente de familias grandes, o por ser miembro de un sindicato, o por lo que sea, constituye una realidad inexorablemente independiente, una suma vectorial que es más que el total de los individuos.

La sociedad y las leyes intersoberanas que aceptamos, o que se nos fuerza aceptar, son perecederas. La comunidad no existe. Es un espejismo temporario. Claro, el espejismo mayor es el de la vida, un período brevísimo en el que adquirimos conciencia, la malgastamos y luego volvemos al sueño eterno.

Cuando uno levanta estas realidades uno se topa con la protesta que es en realidad el temor a la muerte. Hay que tener la valentía de ver la cosa como es para ser como somos y por lo menos disfrutar el derroche de vida.

sábado, 6 de enero de 2007

Estamos Solos

Me doy cuenta que estoy solo al descubrir que el mundo no está para mi.

Descubro asimismo que:
  • Al anochecer ni acudí yo a otros, ni acudieron otros a mi, a traer té a los lechos de los andamos con este resfrío maldito que circula en esta ciudad.
  • A las 7 de la mañana del sábado no hay con quién discurrir sobre la preocupación que me despierta.
  • Al deambular por la biblioteca o el cine no conversé con nadie.
  • En realidad la mayor parte de la gente me aburre, y yo los aburro a ellos. En creciente medida, lo que más les interesa en realidad son los escasamente apetecedores detalles de sus condiciones médicas. Igualmente, lo que más me interesa a mi es mi futuro económico.
  • Aún cuando hago donaciones, o llevo a cabo algún voluntariado, la motivación real es sentirme bueno y noble.
Estamos solos. Nadie ha de velar por nosotros. Y, seamos francos, a menos que nos paguen, ya sea con moneda psíquica o somática, no hemos de velar por nadie.

martes, 2 de enero de 2007

¿Altruismo o Egoismo?

La pregunta titular emana de una respuesta a mi entrada anterior. Mi corresponsal indicó que su noción de ética "requiere de modo esencial el vínculo con el otro/la otra". Respondo que me siento agnóstico respecto a dichos vínculos.

No propongo, aclaro, un egoismo filosófico al estilo de Ayn Rand -- con todo una economía política miltonfriedmanesca. De ninguna manera.

Parto del yo porque el yo es lo único que me consta como constante. El otro y la otra se pueden ir por las verdes praderas, a brinco suelto tomados de la mano ... y el que me queda soy yo.

Satisfacer al yo no implica justificar la opresión del tu, él, ella y ustedes.

No se queda en el mero altruismo tampoco mi corresponsal, quien me indica que el problema del yo es complejo en términos filosóficos. Y me plantea, o quizás me lo imagino yo, la idea de toda una serie de Descartes que piensan en sus altillos en París, Londres, Florencia, y luego existen según patrones que son imposibles de cotejar o comparar. Y aún más, surgen los problemas del error y la sorpresa.

Pero esto es ahondar demasiado en querer saberlo todo.

Lo que propongo es más sencillo. A los efectos de conformar un esquema de lo que debo hacer y lo que no debo hacer, sugiero comenzar con un sano respeto hacia mismo. Un amarme apasionadamente.

Dice el evangelio (Mt 22:39): "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." ¿Cómo amar al prójimo como a mi mismo si no me amo primero?

Aclaremos que esta regla ética no se origina con Jesús ni el cristianismo. Lo mismo decían las escrituras hebreas (Lev. 19:18). Lo mismo enseñaron Confucio cinco siglos antes, Mahoma en su último discurso, los Vedas en India, en la segunda verdad del Budismo, et cetera, et cetera.

Es un lugar común. La diferencia en lo que yo propongo es en el lugar de precedencia. En lugar de negarnos a nosotros mismos en pos de cielos, salvaciones, nirvanas, comenzar por saciarnos de amor.

Hay que amarse apasionadamente, sin pensar en otro, sin dividirse, sin escamotearse amor, hasta que rebase mi amor mi mismo, y de él nazca un amor a otros.

lunes, 1 de enero de 2007

Amate a Ti Mismo

Seamos honestos y admitamos que en el centro de nuestra existencia hay una persona: nosotros, yo, Número Uno. Nos enseñan a contener ese no. 1: padres y maestros insisten en que el no. 1 ceda su lugar a otros; ese no. 1 aprende a odiarse a si mismo, a castigarse a si mismo, a aspira a humillarse. ¡Es un absurdo!

A fin de cuantas, sólo puedo contar conmigo mismo. Y el lector consigo mismo.

¿Pensaste que el presidente iba a cuidarte de los terrores de la noche? ¿Esperabas que tu mamá vendría a abrazarte en la cola de los desempleados? ¡Ja!

Además, no puedo divorciarme de mismo. Contra viento y marea me acompaño a mi mismo, quiera o no.

Ésa es vía negativa al amor hacia uno mismo.

Démosle vuelta. Yo puedo satifacerme mejor que ninguno. Puedo ayudarme a crecer también y a realizarme mejor que nadie.

Comencemos por lo pequeño. Puedo despertar hambriento y alimentarme. Puedo estar sucio y lavarme.

Es más de lo que parece. Una persona minusválida me dijo que soy una persona temporariamente hábil y sana; ya llegará el día en que quedaré postrado en cama e incontinente.

Por el momento, puedo hacerme todo que mi madre hizo por mí cuando era un recién nacido -- y más aún. Puedo hacer probablemente todo esto con la mayor precisión que cualquier otra persona, puesto que sé exactamente de lo que deseo, qué me hará me sentirme bien.

En la República de Yo, soy el pueblo y los representantes. Soy el soberano y el súbdito en mi propio reino.

En mis conflictos internos (acordarse de la dialéctica) apunto a mejorar las cosas para mi sector laboral y de capital, mi varón y mujer (sí, Virginia, sos macho también), el jefe y el conducido. Mis unos mismos internos viven en convenio pactado y con el potencial de llegar a la paz.

Somos un pequeño reino, Yo y Mi Mismo, felices y prósperos. Nos encanta saludarnos en el espejo. Esa cara familiar tan maravillosa.

¿Es demasiado gorda, arrugada, sebácea, pálida? Podemos elegir comer mejor, utilizar un maquillaje mejor, o elegir sencillamente hacer caso omiso.

Tengo esa posibilidad. Puedo amarme.

Claro, en algún momento, o tres, veremos esos galanes y estrellas de cine en la cubierta de una revista, esos políticos en la TV, o esos autores en las contratapas de un libro … y, por un momento, los gusanos de la envidia y el odio nos conducirán a la rabia contra esos atrevidos que se animan a proyectarse de una manera mejor que nosostros.

Nuestras caras en el espejo parecerán poca cosa. Como que no conseguí ser el corresponsal en París del New York Times y a casarme a un novelista rubia y Nobelista sólo por no tener la facha.

¡Totalmente incorrecto! En el Dominio de Mi Mismo & Yo (observar el signo "&" en nuestro título augusto) esos términos y reglas no tienen jurisdicción.

En los canales personales de mi cerebro, todos los programas se dedican al afamado yo. Mi Academia de la Lengua me acuerda su honor más alto cada año. Nosotros mismos, somos, como los Beatles dijeron, más famoso que Jesús.

Tenemos tanto en nosotros mismos que desbordamos hacia otros. ¡Por supuesto, estamos enamorados … !