jueves, 7 de junio de 2012

Dos taras rétorica argentinas

Seguro que los chilenos y los uruguayos al ver mi titular se rascarán la cabeza y dirán "¿Solo dos?" Si las taras argentinas son múltiples e incontables, pero hay dos que afectan el "discurso" (me recuerda una tercera).
  1. Pretender que no se puede dialogar con quien no le da a uno la razón y es necesario ponerlo en un casillero ideológico para callarlo.
  2. Salir con "¿pero qués significa en realidad X?" (X es el concepto debatido) cuando a uno se le acaban las razones e inventar una definición propia so pretexto posmoderno.
La tercera es la de dialogar en palabras pegadas (caso "discurso", salido de la moda lacaniana; caso "el tema").

Lo primero lleva a que si uno tiene la osadía de expresar su propia opinión, formada de la lectura y el raciocinio, sin referencia a los bandos que siempre ansían aniquilar a los otros "malos", se le responde con bofetadas y portazos. Y esto muchas veces de doñas demasiado señoronas para andar con desplantes de adolescente.

Lo segundo viene prestado de los pseudo-intelectuales franceses como BHL, como se le conoce en Francia al "filósofo" de moda, Bernard-Henri Lévy. Los franceses, que no han contribuido al mundo más que unos pocos cantautores desde antes de su última guerra, se escurren de toda lógica con la apelación a una semántica que pudo haber sido original la primera vez, pero que cansa.

Sobre lo tercero: ¿Alguien una cápsula de viaje al pasado para ir a pegarle un tiro a Jacques Lacan a eso de los 16 años?

martes, 5 de junio de 2012

Cacerolazos: Argentina repitirá lo de Chile?

En 1971 en Chile puede haber parecido buena idea imitar los movimientos populares y salir a despotricar contra el Presidente Allende con cacerolas. Ahora los argentinos han copiado el "cacerolazo" y hay quienes me dicen que tolelarían 17 años de dictadura como la de Pinochet.

Esto viene, como los cacerolazos, de gente económicamente cómoda y pudiente, más o menos como la "rebelión" de la clase media chilena contra el mandatario socialista.

Claro, los paralelos entre Chile y la Argentina son limitados. Cristina Kirchner no es Salvador Allende ni de lejos, pero la perspectiva de que Cristina enfrente sacudones que terminen en un cuartelazo es una consecuencia nefasta que no se puede tomar levemente.

Cuando saco a relucir a César Augusto Pinochet, no me refiero meramente a un militar cualquiera. Es el militar cuyo escrito en la revista Estrategia trajo a la luz, en 1965, al término que resultaría en le muerte de miles a través del continente: régimen de seguridad nacional. Amén de sus miles de torturados, muertos y exiliados.


En ese momento existía uno, el del Brasil. Después vino el contagio a Argentina, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Peru y Uruguay. Todo con subsidio yanqui, dado el planteo (en muchos casos enteramente falso) que los militares latinoamericanos presentaron en Washington. Bastaba la palabra "comunismo" y llovían los dólares del Pentágono y la CIA.

La muertes (en El Salvador llegaron a centenares por semana en una época), el terror y desigualdes socioeconómicas congeladas a presión llevaron a la pérdida por parte de una generación, la mía, de una trayectoria fructífera y posible para todos.

Si hoy el continente se orienta electoralmente hacia un socialismo blando como el de Francia, es porque el electorado padece la catástrofe económica producida por el neoliberalismo extremo de los años 90.

Y a no quejarse clases afortunadas. El sacrificio debe ser compartido o no se saldrá adelante.

Eso no se logra con cacerolazos.

viernes, 1 de junio de 2012

"Lo Hizo el Mayordomo" y Otros Disparates Vaticanos

Quien se pregunte cómo es que el mayordomo papal se metió a repartir evidencia de la escasamente sorpresiva evidencia de corrupción a lo renacentista en el Vaticano moderno sólo tiene que pesar la historia de los autoritarismos como el de Joseph Ratzinger.

A fin de cuentas el papa es el último monarca absoluto. ¿Qué causó la caída de sus pares, sus dinastías desaparecidas? Uno de ellos perdió la cabeza, literalmente, otro fue asesinado a tiros en un sótano con su familia. Y mucho más.

Tenía razón Freud en que la supresión de los deseos lleva a la sublimación y la rebelión. Del mismo modo la exigencia tiránica de lealtad absoluta por parte de súbditos da pie a intriga, doble juego y en última instancia el colapso de cualquier respeto a la autoridad. 

Esto no es nuevo.

La dictadura siempre fue de corta duración. A los dictadores romanos se les dio poderes extraordinarios para hacer frente a una emergencia. Una vez franqueada el Senado lo destituía sin miramientos.

Todo jefe autoritario, sea mafioso, presidente, rey o papa, obliga a sus subordinados a obedecer sin preguntar ni titubear, lo que desencadena tensiones entre las necesidades o deseos y el deber social.

Los sistemas parlamentarios electorales de Gran Bretaña y América del Norte tienen la más larga historia continua desde tiempos muy antiguos, precisamente porque se esfuerzan en mantener válvulas de escape para las minorías disidentes, pluralidades y el individuo.

De otra manera, la gente termina trampeando un poco o un mucho, según su poder y medios. Con el tiempo todos son parte de un amplio círculo de deshonestidad y desobediencia que destruye el tejido social.


Esta es también la razón que la gente, como adolescentes hambrientos de sexo, mienten descaradamente a sí mismos y a los demás cuando sus impulsos o necesidades son ferozmente reprimidas, perseguidas o desvirtuadas sin razón.

Y fue esto exactamente lo que Ratzinger puso en marcha en el Vaticano de nuestra época.

Formado en el orden vertical de las Juventudes Hitlerianas, Ratzinger fue tutelado por los obispos alemanes más autoritarios. Cuando finalmente se fue a Roma, rápidamente fue apodado "el panzerkardenal" por arrollar a disputara su idea de la doctrina.

Su papado ha sido hasta hoy un emprendimiento dedicado a reducir a la Iglesia Católica al 10 por ciento de los católicos dispuestos a marchas a paso de ganso y obedecer todas las reglas (o al menos fingir bien y con jactancia).

Ni a las monjas se les permite preocuparse por los pobres, a quienes un carpintero de Galilea de hace tiempo llamó "bienaventurados". ¡Primero luchar contra el aborto y el sexo!


Y no le digan a Su Santidad que no se puede. Hay que usar la imaginación. Ah, y hacer que todos los chanchullos financieros detrás de la operación desaparezcan de la vista.

Esta ilógica autoritaria es lo que llevaba, como informaba hace un tiempo el servicio de noticias cubano mismo, a los camaradas castristas practicar lo que había llegado a tildarse de "sociolismo" en lugar de socialismo.

Así es también como el republicano conservador Newton Leroy Gingrich intentó efectivamente derrocar al Presidente Clinton por sus escapadas sexuales, mientras que Gingrich mismo andaba poniéndole cuernos a su esposa, que se moría, con una mujer muy piadosa que cantaba en el coro de su iglesia.

¿Cómo se explica que el hombre al que con escaso cariño apodo "Papa Nazinger" haya llegado a pensar que su program errado y fanático no se convertiría en el refugio de canallas?

Tal vez fue la sumisa sonrisa de su mayordomo.