martes, 2 de enero de 2007

¿Altruismo o Egoismo?

La pregunta titular emana de una respuesta a mi entrada anterior. Mi corresponsal indicó que su noción de ética "requiere de modo esencial el vínculo con el otro/la otra". Respondo que me siento agnóstico respecto a dichos vínculos.

No propongo, aclaro, un egoismo filosófico al estilo de Ayn Rand -- con todo una economía política miltonfriedmanesca. De ninguna manera.

Parto del yo porque el yo es lo único que me consta como constante. El otro y la otra se pueden ir por las verdes praderas, a brinco suelto tomados de la mano ... y el que me queda soy yo.

Satisfacer al yo no implica justificar la opresión del tu, él, ella y ustedes.

No se queda en el mero altruismo tampoco mi corresponsal, quien me indica que el problema del yo es complejo en términos filosóficos. Y me plantea, o quizás me lo imagino yo, la idea de toda una serie de Descartes que piensan en sus altillos en París, Londres, Florencia, y luego existen según patrones que son imposibles de cotejar o comparar. Y aún más, surgen los problemas del error y la sorpresa.

Pero esto es ahondar demasiado en querer saberlo todo.

Lo que propongo es más sencillo. A los efectos de conformar un esquema de lo que debo hacer y lo que no debo hacer, sugiero comenzar con un sano respeto hacia mismo. Un amarme apasionadamente.

Dice el evangelio (Mt 22:39): "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." ¿Cómo amar al prójimo como a mi mismo si no me amo primero?

Aclaremos que esta regla ética no se origina con Jesús ni el cristianismo. Lo mismo decían las escrituras hebreas (Lev. 19:18). Lo mismo enseñaron Confucio cinco siglos antes, Mahoma en su último discurso, los Vedas en India, en la segunda verdad del Budismo, et cetera, et cetera.

Es un lugar común. La diferencia en lo que yo propongo es en el lugar de precedencia. En lugar de negarnos a nosotros mismos en pos de cielos, salvaciones, nirvanas, comenzar por saciarnos de amor.

Hay que amarse apasionadamente, sin pensar en otro, sin dividirse, sin escamotearse amor, hasta que rebase mi amor mi mismo, y de él nazca un amor a otros.

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