sábado, 15 de enero de 2011

Hoy una serenata para María Elena Walsh

Me entero por el blog de una legisladora que conozco de que ha muerto (o dejado de respirar, como especifica una columnista) la poeta, compositora y cantantde María Elena Walsh, a quién conocí a través de sus canciones para niños adultos.

Caratula del suplemento “Las 12″ del día de hoy.
Cantaba, en su flamante disco (para los que no se acuerden, eran como CDs grandes y negros) para adultos, titulado "Juguemos en el Mundo" (que me regaló mi prima), lo siguiente:

¡Ay, que vivos,
son los ejecutivos
que vivos que son
del salón al avión
del harén al Edén
siempre tienen razón
y además tienen la sartén,
la sartén por el mango
y el mango también!

Era por ahí por 1967 o 68. Poco antes del Cordobazo o de los estudiantes de París. Mucho antes de que a alguien común y corriente se le ocurriese resolver a tiros todo el descalabro socioeconómico que estas palabras describen tácitamente. Y fue feminista antes de que fuera común en la Argentina, pero a su manera.

Mentes más desarrolladas que la mía, que viven en aquella sociedad, ya dijeron todo lo que se pueda decir de fondo. Añado solo mi impresión de dos canciones "Serenata Para la Tierra de Uno" y "Gilito de Barrio Norte" (cliquear en los títulos para ver las letras).

La primera es una canción al país de uno, en su caso la Argentina. 

Es y era difícil para un argentino de mente sobria, como lo era Walsh, adherirse a las marchas cursis y marciales con las que se inculcaba un "patriotismo" que nunca redundaba en sacrificios cotidianos a favor de la comunidad nacional. (No se cantan en las escuelas las constantes traiciones al país de los que más se identifican con San Martin, Belgrano, etc.)

Pero bien, reconocer que las raíces son necesarias, como escribiera Simone Weil en L'Enracinement, es otra cosa. Y ahí se me complicaban las cosas porque "el idioma de infancia" que "es un secreto entre los dos" era para mi, aún de adolescente en Buenos Aires, el inglés. Y el inglés de mi ciudad natal, Nueva York (curiosamente el mismo que hablaba el creador del nuevo tango, Astor Piazzola).

O sea que era una canción a mi país a través del suyo. Y al pasar del tiempo me fue quedando cada vez más a la medida, aunque sus imágenes y las mías fueran distintas.

Todos queremos a nuestro terruño, pero no, si somos cuerdos, porque es mejor, sino porque es nuestro y familiar.

La segunda se acerca a la controversia. "Gil" en lunfardo, el argot de Buenos Aires, es como decir "tonto." Y yo fui, en definitiva, precisamente uno de esos de los que hablaba la canción:

Gilito del Barrio Norte que la vas de guerrillero
y andás todo empapelado con el Che,
anunciándole a Magoya
que salió la nueva ley.
Hablás mucho del obrero pero el único que viste
es un peón de una cuadrilla por la calle Santa Fe.
Vos la única guerrilla que peleás de coronel
es la que te dan las minas en las whiskerías finas
donde sentaste cuartel.

Nunca guerrillero ni amante de las guerrillas, pero si un tanto privilegiado sin carnet. Y me hubiese gustado la "guerra" de las "minas" (mujeres) si me hubieran dejado entrar (me fui de la Argentina a los 17).

Era un destape duro pero buen puesto de Walsh a aquellos compañeros de colegio de curas al que fuimos que en un momento hicieron amagos de "castro-peronismo". Me sentí aludido, aún en América del Norte.

Tenía razón, éramos unos gilitos. Gracias, María Elena Walsh, por hacermelo ver.

1 comentario:

Unknown dijo...

I learned to love her.

C.