domingo, 25 de marzo de 2007

Absolutamente

Todo es relativo, dice el lema mayoritario de la sociedad contemporánea. Discrepo.

La gente aplica la relatividad filosófica a casi todo tema más o menos polémico: la moral, la política, la religión, sobre todo la verdad.

Es una noción que proviene el humanismo renacentista y la reforma protestante: que los seres humanos son, individualmente, los árbitros de la verdad de todo.

El todopoderoso Yo sabe qué está bien y qué mal, qué partido gobierna mejor, si existe un dios y qué es la verdad. Esto se basa en el error epistemológico del día: puedo saberlo todo y tengo siempre la razón, por lo menos en lo que a mi concierne.

¡Falso! ¡Confundido! ¡Incorrecto!

No sé ni puedo saberlo todo. Saber todo que los seres humanos pueden observar empíricamente y probar científicamente no ha sido posible para ningún individuo humano desde la época de Demóstenes.

En la antigua Grecia era llevar en el cerebro todo el conocimiento humano. Hay hoy los idiotes savants suelen poder recitar una preponderancia de conocimiento humano, pero no pueden hacer mucho con él que sea realmente útil.

No tengo siempre razón, por más o menos la misma razón: la gente no puede tener las respuestas correctas a todos los interrogantes posibles.

Además, siguen habiendo desconocidos. Cosas importantes: ¿Existe Dios, y cómo es? (Sí, ya sé el cuento del astronauta que le dijo al Pentágono "Ella es negra".) ¿Cómo comenzó el universo? ¿De qué tamaño es el universo? ¿Hay otros seres con inteligencia semejante a la nuestra? ¿Cuál es el número de teléfono de un plomero honesto y barato?

Y no nos olvidemos que tanto la observación como los hechos empíricos no son equivalentes a la verdad. La percepción humana es falible y limitada; los hechos dependen del contexto (me dicen, por ejemplo, que al nivel cuántico la gravedad no funciona de la manera que Newton y nuestra experiencia nos enseña.)

La intuición y el pensamiento no lineal pueden capturar instancias inefables de verdades que no son observables, ni se pueden medir, ni mucho menos comunicar.

A pesar de todo esto, afirmaría que la verdad existe, una gran verdad unificada que lo explica todo. No la conocemos. Pero creo que está bastante claro que si hay verdad, es absoluta; es verdad por todas partes, para cada uno, en cada contexto. La verdad es la declaración absoluta, universal, indiscutible sobre todo y supera los límites del contexto y de la opinión.

Su opuesto no es verdad. Puede ser falsedad, error, mentira. Lo que es menos que verdadero, por grado, omisión u aproximación, no es verdad. Lo que es verdad para mí, pero no para vos, no es verdad; puede ser un hecho, una corazonada, una sentimiento fuerte, una opinión. No verdad.

Claro, no sé la verdad. Y no sabiendo la verdad, no tengo base para golpearte simplemente porque tus ideas morales, políticas, religiosas y tu noción de la verdad se diferencian de las mías. Puede ser buena idea ser tolerante.

Pero eso no hace que tu idea o la mía sea verdad. Mucho menos que ambas sean verdades. Uno de nosotros está más cercano a la verdad (probablemente yo, dado que éste es mi blog).

Nosotros dos no podemos afirmar que nuestras ideas opuestas e incompatibles son igualmente verdaderas, aunque podemos respetarnos mútuamente cuando nos ponemos a dictar cátedra sobre nuestros respectivos absurdos.

“Todo es relativo” es una declaración absoluta. Si fuera una declaración relativa, obediente a la idea que todo es relativo, sería falsa. Si todo es relativo, esta idea misma tendría que ser relativa, de manera que todo sería relativo para mí, pero no para vos.

Todo no puede ser relativo. Solo el precio de las estampillas y algunas otras cosas.

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