sábado, 25 de diciembre de 2010

Sexta

Estoy tan desacostumbrado a la Navidad en verano, que ir a una quinta y pensar en traje de baño me parece extrañísimo. Pero, claro, si siempre nos moríamos de calor. Lo de los cohetes la noche anterior me sorprendió. (¿Se hacía tanto antes?)

Es un día soleado, más primos, primitos y primazos de los que no he visto en años; algunos los veo por primera vez. Donde vivo yo, soy el último sobreviviente de una civilización desaparecida. Nadar en una sopa de familia extendida, que sea mía, es una sensación desusada.

Soy introvertido, no sé si por naturaleza o crianza y a los efectos finales no importa cual. Por eso observo, escucho, saco fotos.
Mi prima
Esta me parece la foto clásica. Una mujer que lo ha visto todo y no cuenta nada, como todas aquellas abuelas de la conquista. Una dama gauchesca que toma mate. Entre los cuatro primos, todos hijos únicos (¡la casa de locos, de ocho vástagos y demás, que habrá sido la de mi madre!), esta prima ha resultado ser como una hermana mayor para mi.

Entre sus hijos soy el "ito" de mi niñez. Somos contemporáneos generacionales, siendo mi prima hija de la mayor de la generación de nuestras madres yo de la menor, pero no coetáneos. En mis tiempos si usaban gomina, pero hay cosas que, o no sucedían, o nadie las contaba.

Es un día dorado.

Solo hacia el anochecer, cuando hablamos de la familia, de los antepasados que he rastreado por amor al arte, se perfila la brecha que nos separa: de su parte el dogmatismo (hoy de izquierda), de mi parte un escepticismo empiricista (que parece de derecha, especialmente frente a la bajada de línea, pero no lo es). Más que diferendos ideológicos, son hábitos intelectuales diferentes, lentes de distinto aumento, modalidades de pensar o no pensar.

Pero demos tiempo al tiempo. Mañana vamos a Buenos Aires.

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