lunes, 14 de julio de 2014

La Era del Disco (1974-81)

Los años 70 en Estados Unidos comenzaron a partir de la retirada de EE.UU. de Vietnam en 1973 (cuando liberaron a los prisioneros, quienes querían saber el desenlace, se les dijo "ellos no ganaron y nosotros no perdimos") y el escándalo de Watergate que culminó la renuncia de Nixon en agosto de 1974.

Ambos fueron hechos políticos de amplia repercusión socio-cultural, en particular porque eliminaron las dos causas que quedaban de la agitación de la era de los 60.

Las leyes contra la discriminación comenzaron a integrar el color del mundo laboral y universitario. Las mujeres comnezaron a graduarse de las universidades en números nunca vistos antes y hacia 1979 se convertirían en una parte funcional permanente de la fuerza de trabajo (en esta década han llegado en algunos momentos a ser mayoría de la fuerza laboral). Los "gays" salieron del armario y una banda popular Village People hizo a la gente bailar a letras con mensajes claramente egalitarios en materia de orientación sexual.

Además, los Baby Boomers comenzaron la vida adulta, dejando atrás la adolescencia para casarse y ganar dinero. Y así comenzó una época frívola acompañado por un ritmo musical llamado Disco y el vuelco hacia el uso generalizado de la cocaína.

Esta droga, a diferencia de las sustancias alucinógenas recreativas de los 60, induce a un aparente aumento en la concentración mental y la actividad frenética. Era la droga que engranaba con el nuevo afán materialista de los algunos Boomers y sus indulgencias de adultos. La quintaesencia de los Setenta (the Seventies) es la imagen de profesionales jóvenes urbanos (YUPpies= young urban professionals) sorbiendo por sus narices el polvo de cocaína con embudos de papel moneda de US$100. Al menos, esa sería la escena cinemática: de hippies a yuppies.

Pero la vida no es Hollywood, y muchos otros Boomers, una vez casados y con hijos, se enfrentaron al problema de la transmisión de valores y se dió un renacimiento de la religión tradicional. Este fue el espíritu de la época de Jimmy Carter.

La característica esencial de este político excepcionalmente honesto que llegó a la Casa Blanca en 1977, era su fe religiosa auténtica. Carter era un protestante "born again" ("nacido de nuevo" por el versículo en Juan 3:3), afiliado a la Iglesia Bautista. En esa época habrían unos 70 millones de protestantes afiliados a una iglesia u otra; de ellos 13 millones eran Bautistas, transformando al la Bautista en la segunda iglesia más grande de los Estados Unidos, después de la católica, con 48 millones. Después de Nixon, apodado Tricky Dick (Dick Engañoso), los estadounidenses querían un dirigente en el que podían creer y confiar.

Una corriente subterránea invisible en su momento (excepto durante un breve escaseo de petróleo) fue la disminución de la preeminencia económica de Estados Unidos frente a Europa y el Japón. Hoy en día es un lugar común entre economistas hacer notar que el bienestar general comenzó a frenarse en 1973, cuando el ingreso familiar mediano se estancó después de haberse doblado en términos reales de 1945 a 1965. Ahora todo el mundo repite como loro a Piketty, que repite como loro a Saez. Pero no en ese entonces.

El único síntoma visible en esa época del futuro deterioro fue la aparición de toda una gama de autos japoneses y europeos y de toda una gama de bienes de consumo importados. Antes todo había sido "Made in U.S.A." y las porquerías eran imitaciones japonesas; desde entonces, la cosa cambió.


Robert Reich ha ofrecido quizás la mejor y más irónica explicación de la entrada masiva de los autos japoneses al mercado americano. Según él, y una vez que lo leí me pareció obvio, fue uno de esas consecuencias impensadas de la política exterior, es este caso la guerra de Vietnam. Esa guerra introdujo un tráfico transpacífico de buques portacontenedores en volúmenes que no había existido antes. (Este volumen es clásico de los movimientos militares estadounidenses. Para la invasión de Normandía, Estados Unidos construyó muelles flotantes para evitar tener que capturar Cherbourg. Sólo EE.UU. tenía los recursos para hacer algo así: "¿No hay puerto? Lo hacemos y lo llevamos puesto".)

Frente al gasto de combustible que significaba volver con buques vacíos, las compañías navieras empezaron a buscar negocio en Filipinas y Japón para llenar los barcos y cobrar por el viaje de vuelta. Las empresas automovilísticas japonesas aprovecharon la oferta y construyeron autos diseñados para caber en los buques y poder vender el mayor número de unidades en EE.UU. Y así nació el coche extranjero pequeño en EE.UU. Hoy, en Washington, manejo mi Mercedes en un mar de autos alemanes y japoneses -- y unos pocos coches fabricados en Detroit.

Esta competencia comercial, que se produjo en una variedad de otros ramos (la industria textil, hasta entonces altamente sindicalizada, fue destruida por las importaciones asiáticas) estimuló asimimo el traslado de fábricas estadounidenses al extranjero.

Esto tuvo dos tipos de consecuencias enormes. Por una parte, y de manera inmediata, enriqueció a accionistas y ejecutivos gracias a la reducción del costo laboral para las empresas. A largo plazo llevó a una feroz destrucción de todo un estrato de la gran clase media, el trabajador industrial (hay que notar que un trabajador de fábrica sindicalizado podía aspirar a enviar a sus hijos a la universidad, que es carísima en EE.UU.). Comenzó a deshilacharse una parte importante del tejido social estadounidense y pocos tomaban conciencia de ello.


* Esta es otra entrega de una breve serie que intenta esbozar la historia cultural y social contemporánea de Yanquilandia. Pretendo presentar como se sintió el tiempo y el lugar, y solo en segundo plano la historia cuyo primer borrador apareció en los diarios. Todo esto surge de un intercambio con una corresponsal francesa que pensé podría ser de interés para mis lectores hispanoparlantes.

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