domingo, 31 de diciembre de 2006

Imperativo

Hace unos años, cuando era un ateo furioso y no un mero agnóstico a moco tendido, argumentaba que hacer el bien tenía sentido. Hoy la realidad me convence que el bien es una necesidad urgente. Sin el bien, un bien radical que embellezca todo lo que toque, no sobreviviremos.

El bien es un imperativo. Invito al lector a declararlo: “No sobreviviré mucho más a menos que abrace un orden moral que comience con mi supervivencia y exija un proceder que conduzca a la supervivencia de toda la humanidad.”

Aclaro que un orden moral no es una serie de órdenes que fingen ser morales: izar la bandera, trabajar para ganarse el pan, guardar los órganos genitales bajo cierre relámpago excepto en ciertas ocasiones. Eso es sólo un sistema de modales para mantener a todos en la línea que nos han fijado los que detentan el poder; es una visión hecha escualida por los reglamentaristas, las iglesias y sinagogas, las escuelas, las madres sin un sentido del humor, los padres con las cinturones demasiado apretados.

Hace algunas noches, salió de nosedónde un sueño sobre esto.

Estaba en el atrio de una escuela muy moderna. Un sacerdote se sentaba en un escritorio con algunos libros delante de él. Una monja estaba a su lado. Ella explicó que cada estudiante iría de puerta que va a la puerta a través de la vecindad para cerciorarse de que cada familia tenía una copia del catecismo, la Biblia y otro libro que no puedo recordar.

"Qué pasa si las familias no tienen dinero para los libros?" Pregunté.

"Hijo, ésta es la llave a la vida eterna," dijo a sacerdote.

"Así que Jesús realmente no dijo tan 'ven, bendito de mi padre a poseer el reino preparado para ti desde la fundación del mundo. Porque tenía hambre, y me diste para comer; Tenía sed, y me diste deber bebida; Era un extranjero, y me hospedaste; Desnudo, y me cubriste: enfermo, y me visitaste: Estaba en la prisión, y viniste a mí,' " dije, y agregué: "Lo que realmente dijo "bienvenido porque has vendido muchos catecismos, biblias y buenos libros."

Desperté a tiempo de evitar el drama que había puesto en marcha.

No era un sueño sobre Jesús o el cristianismo, sólo una crítica a la manera en que la sociedad ha domesticado a los profetas, de modo que sus desafíos puedan tornarse de provecho para los shamanes y los reyes a los que sirven. El imperativo verdadero es mucho más salvaje, impráctico, casi imposible.

Se rompe con las leyes, reglamentos, los modales. No se justifica la guerra o la comercializacíon de los valores o la sexualización; ni se da pie a la acusación hipocríta.

Los grandes visionarios vislumbraron algo más allá de una sociedad de alcurnia e iglesias y ejércitos y burdeles y cotillones.

Dar vuelta a la otra mejilla. Comenzar la conclusión. Amar el odio. Pintar colores sobre lo que es gris o negro o blanco. No hacer nada.

Debemos.

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