domingo, 10 de noviembre de 2013

Es hora de enterrar el militarismo en el Día del Armisticio (o de los Veteranos)

En el hemisferio norte, el 11 de noviembre se conmemora el aniversario de esa 11ava día del 11avo mes a las 11 horas de la noche en el cual, en 1918, se puso fin a la Primera Guerra Mundial. Ese el Día del Armisticio, Día de los Veteranos o Día de la Conmemoración (Remembrance Day) en Europa, Estados Unidos y Canadá, respectivamente.

Se comenzó a celebrar con un fallido movimiento pacifista entre las dos guerras mundiales, pero es hoy un día para el cocoreo militarista. Se elogia a los supuestos héroes y se calla que las guerras son un conjunto de asesinatos masivos organizados, inadmisibles desde cualquier óptica moral.

Hoy en día en Yanquilandia, especialmente desde el 11 de setiembre del 2001, se llama "veterano" a cualquiera que use o haya usado un uniforme y a todos estos veteranos se les llama "héroes". Hay un poco de inflación militarista en este vocabulario ¿no?

Heroísmo, según el diccionario de la Real Academia Española, es un "esfuerzo eminente de la voluntad hecho con abnegación, que lleva al hombre a realizar actos extraordinarios en servicio de Dios, del prójimo o de la patria". La definición trae a la mente valentía, coraje, audacia y fortaleza.

No es cuestión de vestir de oliva. Los hombres y mujeres que lucen uniformes militares reciben sueldo, comida, vivienda y una serie de beneficios que no se les extiende a los civiles. En Estados Unidos son voluntarios, dado que no hay conscripción desde el conflicto de Vietnam. Eso se llama empleo, no heroismo.

No ocurre lo mismo en Iberoamérica. Han habido pocas guerras, la mayor parte hace más de un siglo. Los militares latinoamericanos son los lustrabotas de los intereses económicos y los partidos monopólicos, y frecuentemente funcionan como dictadores en nombre de esos poderes.

El militarismo latinoamericano no tiene de qué jactarse, aún en la quimera de la matanza supuestamente heroica. Sería mejor un mundo sin fuerzas armadas, y en eso América Latina podría ser el primer ejemplo sin menor problema.

Sea como sea, las guerras son un mal y no habrían guerras si no hubieran quienes se ofrezcan de soldados. Por eso mismo el 11 de noviembre debería reservarse para recordar los horrores de la guerra, cometidos por los que se han puesto a disposición de matar según se ordene.

Recordar la tragedia de la guerra debe ser para reforzar la esperanza que nunca vuelvan a estallar las guerras.

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