Hay pocas decepciones en la vida que se comparen a despertarse el lunes por la mañana para descubrir que se acabó el escape al trabajo, por mucho que a uno le llene su vocación.
En sociedades occidentales, por lo menos, desde la costumbre sabática cristiana a partir del IIIer siglo nos ha dado un día libre, el día del sol de la astrología egipcia antigua, el dies solis romano. El clero lo bautizó día del Señor, dies dominus o domingo, día de la adoración. Mientras tanto, el sábado, el día de descanso bíblico original, fue agregado como un día de descanso a fines del siglo XIX y principios del XX, en respuesta a los reclamos sindicales más que religiosidad.
Así comenzó el fin de semana.
Obsérvese el cambio: del impulso sabático a la diversión. En uno se fijaba un tiempo para Otro(a), mientras que en el fin de semana moderna se pone a nuestra disposición un período de tiempo para rehacernos. En la llamada "ética laboral protestante" de Calvino, que Weber identificó como fundamento del capitalismo, se propone que el trabajo lleva a la “salvación” (Arbeit Macht Frei, "el trabajo os hara libres" proclamaba un lema en los portales de algunos campos de concentración Nazi). Una perspectiva más dionisíaca, y quizás más humana, de actividad humana, acepta que nos cansamos del trabajo organizado, particularmente el que redunda en beneficios para otros, y necesitamos un jubileo.
La pregunta que hace a la distinción es esta: ¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir?
(Si trabajo duro, ¿es porque me satisface o por una razón sin gusto? Y las mercancías y servicios que obtengo como fruto de mi trabajo ¿es realmente fuente de alegría o sólo lo que creo que se espera que tenga? ¿Y poseo lo que me gano o son mis posesiones las que me poseen?)
Hay que acordarse: por muchas vidas que esperes en base a lo que digan tus inclinaciones religiosas o los curas, aquí y ahora hay solamente una vida.
Vale la pena hacer que tu hora en la Tierra cuente para algo y caminar cuanto se pueda del lugar en el que uno tomó conciencia de si mismo y del mundo.
Aunque esperes hallar las 72 vírgenes de la ultratumba musulmana, ¿qué te hace que pensar que hacerlo por primera vez 72 veces en el gran más allá va a ser mejor que hacerlo por primera vez acá, apenas una vez, en los trigales? Además, ¿quién te dice que las 72 vírgenes no serán monjas? (Imaginarse a Alá diciéndoles a la gente de Bin Laden, “ja, ja, ¡qué broma les eché!”)
Seriamente, gente: ¡acordarse de reír! Es una orden cósmica.
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