Hemos visto que amarse a si mismo no es un pase gratis a la indulgencia y la bacanal. El alcoholismo arruina el higado, el sexo desenfrnenado puede matar, comer en exceso lleva a la obesidad y la diabetes, etcétera, etcétera. Pero la ilusión vana que termina en solipsismo es más peligrosa que el abuso al cuerpo.
¿A quién veo cuando me miro en el espejo? ¿Es la imagen de mi padre o mi madre? ¿Es alguien más jóven o más viejo, mejor parecido o más feo que la cara que veo en mis sueños? ¿Puedo ponerme de acuerdo conmigo mismo cuál imagen es realmente la mía?
Hacerse una imágen veraz de si mismo es, supongo, una tarea para toda la vida.
Podemos enorgullecernos solo de quienes somos, con nuestras características loables y aquellas deplorables. No "orgulloso de ser [póngase la nacionalidad, identidad local, raza, sexo]" ni tampoco "me da vergüenza ser [lo mismo]". No lo que soy por nacimiento sino quién soy.
¿Quién soy? ¿Un hijo, un padre, un cónyuge, un profesional, un empleado, un ejecutivo? ¿Soy el tipo que se sienta en el último asiento del ómnibus para leer una novela en paz? ¿Sere todos estos? ¿Más?
¿Soy capaz de revelar lo que sé acerca de quien soy sin temor de ni inquietud por la opinión de los demás? ¿De ser quien soy simplemente porque asi soy?
¿He llegado a creer en las imágenes falsas de mi mismo que he inventado para engañar a los demás? Si es así estoy en zozobra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario