En la televisión estadounidense hay un anuncio en el que Dennis Hopper, actor y director de la película "Sin Destino" (Easy Rider), en la que aparece con su omnipresente moto Harley-Davidson, aparece en la playa con el mensaje que los sueños no se jubilan.
Es un ejemplo obvio de mercadeo dirigido a la generación nacida en el "boom" demográfico de la posguerra (1946-1963), fenómeno que se dió en Estados Unidos como en Europa y otros países de mediano a alto ingreso per cápita, entre los que figuraba la Argentina. Acá se los denomina "boomers".
El aviso ofrece los servicios de una compañía que las ventas el "planeamiento financiero", es decir de inversiones dirigidas. No debiera asombrar que hay quejas archivadas en muchos estados referentes lo que hacen estos planificadores con el dinero de estos boomers esperanzados y no es esta mi preocupación de hoy.
En cambio, quisiera discurrir sobre el momento en que, por primera vez, la muerte es una experiencia plausible, hasta probable. Sobre este tema, nosotros los boomers somos agnósticos.
Pensamos que nunca vamos a morir. En otra época decíamos que no se podía confiar en la gente de más de 30 años y ahora, dos décadas y pico después de ese cumpleaños, todavía piensamos que seguimos siendo jóvenes.
Somos una generación dividida en todo el globo. Están aquellos opportunistas, que de algún un modo u otro prestaron su apoyo una que otra guerra, limpia o sucia, o que construyeron su cartera de inversiones junto a los gurúes de la estafa, y que sin embargo se dijeron que no estaban traicionando sus principios.
La otra mitad siguió en los movimientos, o en solidaridad, por la noche Reaganiana-Thatcherista-militarista, por el engaño pulido del centrista y Clintoniano que le siguió, y ahora a través de la violación del mundo Bushesca. El mundo de nuestros sueños desapareció antes de comenzar.
No pensamos que terminarían así las cosas.
Y aquí nos vemos, cincuentones, con hijos que se van del nido, esposos o compañeros que han fugado, trabajo en el que hemos llegado al máximo o no llegaremos nunca. Todo lo que ibamos a hacer ... o lo hicimos, o ya casi no queda tiempo, ni energía. Sin embargo, nos quedan algunas opciones, si somos afortunados, si el asunto de vendernos o al proseguir con el agitprop no nos deshizo.
Y la ciencia nos dice que podemos llegar a vivir a 100. ¡Vey iz mir!
Un viaje al exterior, una nueva relación no cambiará nada; mucho menos un coche nuevo. Es quizá hora de comenzar ese proyecto significativo final, sea lo que sea.
Por más que la propaganda comercial sea una quimera, los sueños, efectivamente, no se jubilan.
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