Aunque estamos acostumbrados a pensar de nuestro tiempo en términos de décadas, en términos de conciencia social las décadas no corresponden con los números. Este es el caso en la década de los años 1960, que en Estados Unidos realmente comenzó a fines de 1963. Entre 1958 y 1963 hubo un "giro" de la conciencia social, y en esta entrada en la serie* me aboco a 1958-60.
El toque cosmético significativo de la época fue la introducción de la televisión en color y el famoso Technicolor (marca registrada de nosequién). Se produjo el primer debate presidencial televisado. Comenzaron a producirse autos con aletas extravagantes y empezó a destaparse el rock and roll.
El color de otro tipo entró en prominencia. El país estaba todavía en gran parte segregado por el color de la piel. (Se decía raza, pero como sabemos hoy, la raza es un artefacto social y no biológico.)
En algunos estados (principalmente en el sur) la separación se llevaba a cabo de forma legal y ubicua. Pero en 1954, la Corte Suprema ordenó la desegregación de las escuelas (acabamos de celebrar el aniversario); las fuerzas armadas, hay que señalar, fueron desegregadas en 1946. Hubo una Ley de Derechos Civiles aprobada en 1958 que hizo algunos cambios leves, pero la segregación continuaba.
¿Qué significaba, en términos prácticos separar la gente por el color de su piel? Habían instalaciones separadas en todas partes: habían baños para blancos y baños para negros; restaurantes para uno y otro color; asientos separados en autobuses y tranvías.
Esto no era tan evidente para mí en Nueva York, donde ese tipo de segregación era simplemente poco práctico y, después de todo, estábamos en el Norte. En Nueva York la segregación era mayormente socioeconómica. A los afro-americanos se les mantuvo pobres a través de la discriminación en la educación y el empleo, además de la vivienda.
Vi la segregación tipo apartheid cuando nos mudamos a Washington, que está al sur de la línea Mason-Dixon, la brecha cultural y jurídica que otrora había separado a estados esclavistas y estados libres. En Washington, como en Nueva York, existía la separación socioeconómica. Los blancos vivían en los mejores barrios, con las mejores escuelas y conseguían los mejores puestos.
Pero además vi en los parques que habían fuentes de agua, para beber, marcadas "white" y otras, generalmente más chiquitas y más chuecas, para "colored". Estaban los asientos separados en los ómnibuses (pero, curiosamente, no en los tranvías).
Todos los taxistas, camareros y, en general, personal de servicio, eran negros. La policía era blanca, al igual que los conductores de autobuses.
Fui a escuelas católicas privadas (y a la escuela francesa un año), por lo que no vi niños negros en la escuela. Había un parque de diversiones, Glen Echo, al que me encantaba ir sin percatarme hasta años después, cuando volví después de años de ausencia, que no se les permitía entrar a niños de color.
También vi otro tipo de segregación. En momentos en que las naciones africanas estaban independizándose y comenzaban a enviar sus primeras delegaciones diplomáticas a Washington, un hotel en el que nos hospedamos al principio les negó cuarto.
Recuerdo que mi madre se puso furiosa, más por el insulto a los diplomáticos (a las señoras de la embajada argentina les dio un soponcio semejante descaro) que por el insulto a los africanos por ser negros.
El Windsor Park Hotel que se encuentra ahora en la zona de Kalorama es el edificio anexo que el hotel original adquirió rápidamente para dar cabida a los diplomáticos africanos. El edificio principal se convirtió en eventual la embajada china y sólo este año fue derribado.
A pesar de estos problemas, el movimiento de derechos civiles comenzó a cobrar impulso en esos años y había una sensación de que Estados Unidos estaba dispuesto a convertirse en un país con un corazón más grande. En ese momento entró un joven político que simbolizaba romper otro tipo de perjuicio, John F. Kennedy.
* Esta es la segunda de una breve serie de entregas que intentan esbozar la historia cultural y social contemporánea de Yanquilandia. Pretendo presentar como se sintió el tiempo y el lugar, y solo en segundo plano, la historia cuyo primer borrador apareció en los diarios. Todo esto surge de un intercambio de correspondencia con Francia que pensé podría ser de interés para mis lectores hispanoparlantes.
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