Un ciberamigo planteó el problema con el cartel que sigue, que representa una queja contra la supuesta dádiva del Estado Benefactor y la presunta actitud mendiga y haragana de la ciudadanía beneficiada. A lo que se tiró una ciberamiga con lo de la justicia social ... patatín patatán.
Es un planteo que se presta especialmente en la Argentina -- desde dónde salía la cibertertulia. Desde 1962, digamos, la Argentina ha descendido a un círculo del infierno socioeconómico que ni Dante se hubiera podido imaginar. Ha descendido de ser, de entre los "tres grandes" (Brasial y Mexico son los otros dos) de Iberomérica el único que poseía una clase media de peso, al viejo model neofeudal que nos legaron los españoles, ahora disfrazado con tecnología yanqui.
Y en ese contexto, el Estado Benefactor que construyó Perón (no lo beatifiquemos todavía que lo hizo por pura demagogia), que quisieron destruir los gorilas sin poderlo, y que fue carcomido desde adentro por el que traicionó al ideario peronista para entregarse a los Chicago Boys (si, habo de vos, Menem), es un bulto insostenible.
Como casi todo lo que estaba en la constitución de 1852, la autóctona, la idea de un Estado Benefactor argentino es una quimera. ¿Cómo se puede pensar en importar ideas europeas occidentales a un país que decidió irse de la puntera del 3er Mundo al enésimo puesto?
Y en ese contexto, si, los que viven de la dádiva financiada con deuda, son unos indignos vagos. Nótese, sin embargo, que figuran los que no pagan impuesto: que en su mayoría son los de arriba.
Y, si, como dijo Mitt Romney estúpidamente hace unos días ya lo indicó Marx. Los pobres y los ricos son muy parecidos: viven hoy por hoy de lo que la sociedad les da. A unos la sociedad les da el palacete de los padres, o otros la vivienda que intenta (malamente y sin éxito) ponerles fin a esas villas que supuran miseria.
Queda en el medio la clase trabajadora, malamente llamada proletaria. (Los proletarios en Roma eran los que eran tan pobres que solo contribuían a la sociedad con su prole, que se convertía en carne para las legiones imperiales.)
Tradicionalmente pensamos en el laburante descamisado. El tipo que se saca la camisa porque los motores de la fábrica dan un calor bárbaro (y sino me creés andá a preguntarle a alguien de siderurgia). Pero el laburante de hoy abarca al empleado de fábrica y al técnico especialista de computadoras.
Es decir, no el lumpen de Marx, que es el proletariado latinoamericano, sino la clase media, que es la que paga impuestos, trabaja en blanco, y hace posible todo lo que hay. Si, quizas tenga auto y casa propia (o alquilada) sin ayuda estatal. Quizás pague más de la cuenta en un prepaga médica y pueda ir a un sanatorio decente donde no maten a la gente.
Estimo que mi ciberamigo defendía a esa clase media. Y, por lo dicho después, se disponía a que los lumpen fueran incluidos en esa forma de vida trabajadora, a medida que lo ameriten.
Si a Argentina le sobrara, sería otra cosa. Pero hoy por hoy, mi amigo Marcelo estuvo bien.
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