Un artículo fascinante en la portada del New York Times del domingo reciente vale el precio bíblico “más allá de rubíes.” Me refiriero al de la corresponsal Sabrina Tavernise que nos cuenta que el Hezbollah “por años ha proporcionado servicios esenciales a los shiitas pobres del Líbano, insertándose en sus vidas.”
La nota de Tavernise, titulada “Caridad gana lealtad profunda para Hezbollah,” comienza con la historia de un sereno que cuenta que el grupo militante de shíita, cuyo nombre en árabe significa El Partido del Dios, pagó el parto con cesárea de su esposa y una operación en su nariz quebrada, y además trajo alimentos a su hogar cuando él perdió su trabajo. Lentamente el lector se da cuenta de las ventajas que le ha significado a la comunidad shíita la generosidad de Hezbollah.
Me hace acordar de los programas del desayuno para los niños pobres auspiciados por los Panteras Negras en Oakland, California. O las comidas libres comunales en la ciudad de Assisi organizada una vez por el Partido Comunista en la Italia muerta de hambre de la posguerra.
Uno se pregunta porqué Israel, teniendo una economía cuyo producto interno bruto anual, de $154 mil millones según el CIA Factbook, ocupa el 54-to lugar (de entre 233 países), en comparación con el Líbano con la 108-va economía del mundo (GDP de la publicación anual $23.6 mil millones), no podría intentar la misma cosa.
No es que las operaciones militares de los E.E.U.U. en Afganistán, Iraq y otras partes contra militantes musulmanes hayan tenido aciertos rimbombantes. Ni es que el bombardeo por parte de Israel a civiles en el Líbano haya ganado a Eretz Israel el premio a la fraternidad del año. Absolutamente lo contrario en ambos casos.
Llegamos al moment en el que los consejos de las antiguas religiones resulta ser eminentemente práctico.
En el Nuevo Testamento, Jesús dice que “ Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os calumnian y os persiguen.” (Mateo 5:43-44).
Lo anterior podría sugerir que el judaísmo, la religión de Jesús y sus apostles, eran una fe de la venganza, lo que no es verdad. La conocida ley del Talión en Exodo 21: 24 “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” fue, en su época, un avance enorme dado que insitía en el castigo del proporcional al crimen, lo que no era común en la antiguedad. Por otra parte, la Biblia hebrea manda a los creyentes “No te vengarás, ni guardarás rencor” (Lev. 19:18.) y pone en boca de Dios la declaración que “venganza es la mía.” (Deut. 32:35).
Ni es tampoco el Islam, la religión del Osama bin Laden y Hezbollah, una religión de odio y venganza. En tono muy similar al Torah judío, el Quran, en el sura 5:45, dice: “Y ordené esto: Vida por vida, ojo por ojo, nariz por la nariz, oído por oído, diente por diente y heridas iguales por igual. Pero al que abandone la venganza por caridad, será para él una expiación.”
¡Qué diferente podría ser el mundo actual si el 12 de septiembre de 2001, el Presidente Bush hubiera proclamado que los Estados Unidos no responderían a la violencia con violencia, sino desafiarían el Al Qaeda a una competencia de caridad!
Imagine el lector, entonces, a los bombarderos estadounidenses B-52s, B-1s y B-2s regando las áreas más pobres de el Oriente Medio con alimentos y medicinas.
¿Qué habría podido decir Osama? ¿Que rechazaba estos regalos? ¿Que él no participaría en una competición de quién es el más caritativo? ¿Quién en el mundo árabe habría apoyado tal postura?
Imagínese también lo podría haber sucedido si Israel hubiera construido en el Líbano meridional fronterizo escuelas, hospitales y traído alimento para los shíitas, de manera de desafiar al Hezbollah no a una competencia de explosiones pero de generosidad.
Aquí es donde Hezbollah ha dado el ejemplo.
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