"Me
ayudarías mucho, y nos ayudarías a los venezolanos, si le comentas a
tus correligionarios que ni yo, ni todos los opositores o disidentes,
somos 'de la ultraderecha fascista'. Es un insulto que a mí al menos me
duele mucho" Así me escribe Leila Macor.
Leila, a quien ciberconocí gracias a su ocurrente blog Escribir Para Qué, es periodista, ha publicado por lo menos un libro y su destacada labor como corresponsal tiene una voz mucho más potente que yo, que soy periodista especializado en la economía
del desempleo y la pobreza en el pais más monolingüe que conozco, Estados Unidos. Hechos los prolegómenos del caso, respondo.
En esto de Venezuela, como en lo de Nicaragua hace 30 y pico de años, Chile un tanto antes y Cuba en lo que hoy debe ser la prehistoria, hay una tendencia a ver todo a través de lentes
ideológicos sin atenerse a hechos comprobables.
Y esto sucede entre los "progresistas" (desde los socialdemócratas endebles como yo hasta los marxistas-leninistas más robóticos) asi como entre los de "la derecha" que abarca lo que los progres suelen llamar "la contra", otrora un término favorito de Don Juan Domingo Perón (El General sabía que la masa que lo adoraba de ideología no sabía nada).
Chavez fue esencialmente un Perón puesto al día.
Su mundo, nuestra actualidad, es una realidad en la que la derecha internacional y la banca han ganado decisivamente, desde el momento que se derritió el Cuco de Moscú hasta la orgía que culminó en la crisis económica actual, que redunda en un proceso de retroceso a la política económica pre-1930.
No seamos ingenuos, el Cuco utilísimo (mientras se mantuviera en las Siberias) a los efectos de la lucha laboral en los países occidentales se cayó solo por corrupción. Rusia nos demuestra hoy que es un país de Zares, sean monarquicos, comunistas o post-comunistas.
Y en América Central y del Sur, tras una adolescencia Cuquera que culminó en represiones de los feroces e inhumanos regímenes de "seguridad nacional", la izquierda se suicidó en el esgrima de intramuros y el dogmatismo fanaticoide de las diversas huestes reivindicadoras y redistribuicionistas.
Y hasta en la Venezuela de Chavez hubo que inventar el movimiento "bolivariano". ¡No vaya a ser que el Tío que trajo las torres de extracción de petróleo (Venezuela era un neto exportador de alimentos hasta el regalito) piense que son unos bolches baratos!
¿Bolivariano? ¿En serio? ¿Seguidores de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco, dictadorcillo de cuanta tierra campeó, autoritario mujeriego y bebedor? ¿Y no terminó haciéndose colombiano? No me tomen el pelo, muchachos.
Pongamos el problema real en el tapete.
En toda la América colonizada por España y Portugal prevalece, aún bajo Ortega, Chavez y Morales (buen apellido ¿no?) la misma economía política neofeudal que bajo Bachelet, Kirchner y Rousseff o aún bajo Martinelli, Peña Nieto o Pérez Molina y aún más con Castro (con algunos cambios cosmeticos).
La clase terrateniente y, desde el punto de vista europeo, patricia, ha sido mayormente desplazada excepto para figurar socialmente. En su lugar hay una clase inmigrantes de los 1880 a 1950, burgueses de orígenes por lo general no ibericos, que manejan la relación de sobrino resentido con el Tío rico del norte.
A éstos los azuzan unos venidos a más, o a mandamases, que campean en nombre del "pueblo".
Y los indios, negros, mestizos, la masa obrera y demás, siguen siendo
los desgraciados de siempre que trabajan de sol a sol y viven y mueren
en la misma misérrima pobreza de los barrios industriales, las "villas" o
"favelas" o lo que quieran llamarse.
No me vengan con que robots enviados por Obama reparten panfletos antigubernamentales en Caracas. Ni tampoco me vengan con que no hay papel higiénico (ese cuentito viene de la época de Fidel) en algún pueblito de mala muerte.
Venezuela padece una cierta desaceleración económica que es paralela a la de toda la región, ni mucho peor ni mucho mejor. Claro, el país caribeño cuenta con la desventaja de haberse convertido en un país monoproductor, de baja categoría educacional y de pocas salidas para cualquier gobierno.
Más fácil, para "bolivarianos" y anti-chavistas por igual, decir que la culpa la tiene el otro. Y lo peor es que los que terminan pagando la factura de los desmanes de uno y otro lado son ese tan mentado pueblo, que merece mejor.
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