Winston Churchill dio pie a la idea del título, que propongo como respuesta inicial a una excelente entrada en el blog de Alberto Nadra cuya ambición la da el osado título "Los problemas de la democracia" (y es solo la primera entrega).
En general, lo felicito al autor, que parece ser el poeta y académico cubano Guillermo Rodríguez Rivera, por animarse a recorrer de Atenas hasta la embajada ecuatoriana en Londres en unas dos mil palabras bien puestas.
Pero ... en fin, tengo algunas discrepancias que traer a colación.
Acordemos primero que si, todas las llamadas democracias, desde Atenas a hoy, nunca lograron expresar la suma vectorial de voluntad de todos los que constituyen el afamado pueblo, o demos. Entre los defectos de principio en Atenas y los Estados Unidos figuran la esclavitud y la misoginia; agreguemos el fraude electoral, la corrupción y la censura tácita a los males que han acaecidos en los mejores intentos democráticos.
Y para seguir en las concordancias, adoptemos como lema al poema "Esperando a los Bárbaros" de Konstantinos Kabaphes, como epígrafo del papel histórico de la Unión Soviética de 1917 a 1989 con respecto a la democracia occidental. Los rusos aterrorizaron a muchos a hacer buena letra, o mejorar su cursiva por lo menos. ¿Qué haremos sin ellos?
Finalmente, mi cabeza asiente a la idoneidad del curso común actual de la América que se erige al sur del Río Grande (que no sé si es realmente latina): una política protosocialista con amagos reivindicadores cuya bandera es el antiyanquismo. Es lo único que queda por probar.
Ahora veamos los diferendos entre nos.
Cae como desvío de tema lo que ocurre cuando se pretende analizar a los EEUU, especialmente sus depredaciones de sus vecinos del sur. Es el pozo negro de la teoría política latinoamericana y tiene la conveniencia de concluir con la confortante frase "la culpa la tiene el otro".
Sin duda, existe y existió el imperialismo estadounidense. Pero ¿no habíamos dicho de plano que era una democracia defectuosa? O sea que no es problema de la democracia en si, que los yanquis (las empresas, los bancos y los inversores de capital) exploten a los demás.
Para la llamada América Latina el problema es que hayan, hoy, ayer y siempre, tantos dirigentes demócratas puestos a la venta en nuestros países, como es el problema del pueblo estadounidense que haya tantos dirigentes similares en EEUU.
El otro problema fundamental latinoamericano es el autoritarismo machista. De ahí vienen los dictadores de derecha e izquierda y los regímenes militares. No se puede construir una democracia de una sociedad donde manda, orina y coge lo que se le dé la gana una masa de machos individualistas, por más socializados que sean.
La democracia real no existe ni ha existido en ninguna parte, a pesar de la amplia variedad de gobiernos que se hacen llamar democráticos. (Y, fijarse, que el Nazismo fue la única ideología del siglo XX que no aspiró a maquillarse de democrática.)
¿Es posible la democracia? Ese es el quid de la cuestión, Don Nadra y Don Rodríguez Rivera.
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