Me escribe una lectora en Francia con su fragmento de un mensaje electrónico en franchute chapuceado que le envié el día de la luna llena.
Con esa actitud ruinosa comenza el año 2010 en Buenos Aires.C'est un pays de merde !!!!! C'est des peuples de merde ! Je suis trop frustrée avec tout et toutes. Je m'allerai a ma maison en mon pays a demain et je ne peut pas arrêter pour le moment de partir. C'est toute une déception totale.
Culmina el viaje con una revelación final. Una historia de la familia en la que seguí el rastro de antepasados hasta la época colonial, y que había mandado a mi prima para que distribuyera a sus hijos, ha sido sencillamente censurada. No tenían ni idea de la existencia del relato, que peca de folklórico porque la familia es así.
La maldita tierra de mis padres pareciera cesar prodigando sus maleficios el momento que entro a la cabina del avión. Se me habla en inglés, y vuelve mi confíanza de que de ahí en más estoy en el ambiente del país en el que mi madre (era argentina, pobre) me dió luz. El pan es pan, y el vino, vino. O al menos sé que no es pan y que es vinagre. ¡Qué sé yo!
Pero la distención no dura. Despegamos tarde. Siendo medianoche, en un aeropuerto de comparativamente escaso tráfico, no hay excusa para retrasar el avión. El retorno a la Argentina termina como a su comienzo la semana anterior: nada funciona, para no variar.
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