No hay gauchos “buenos” con sombreros blancos y otros “malos” con sombreros negros en la historia argentina. Ni tampoco es este año el bicentenario del país. Esos son el tipo de mitos detrás del reciente intercambio de poco lisonjero entre un diario derechista y el canciller argentino.
Según La Nueva Provincia de Bahía Blanca, el Almirante Emilio Massera terminó con “el flagelo subversivo.” Según el Ministro de Relaciones Exteriores Héctor Timerman, el diario fue de alguna manera cómplice con la dictadura de 1976-83 en el secuestro y tortura de su padre, Jacobo Timerman.
En una visión Massera es un ángel reivindicador en la otra Timerman padre es una mera víctima. Pero la realidad de ambos difuntos es otra.
Emilio Massera fue un militar naval mediocre pero oportunista que llegó a presentarse ante algunos como “socialista” cuando las papas quemaban para su régimen. Jacobo Timerman fue un empresario que, según su propio libro autobiográfico, abogó por el mismísimo terrorismo de estado que lo detuvo sin gracia de formalidad legal.
Para mi, ambos lucieron sombreros grisáceos y compartieron una cierta complicidad en la violencia política de su época, sea de derecha o de izquierda.
Si Argentina no logra establecer una historia propia libre ideológicas, no saldrá nunca del pozo en que cayó en julio de 1930, agrandó a partir de 1943 y finalmente convertió en cráter comenzando en 1973. Y eso sin considerar los desastres económicos.
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