El título de esta entrada es, en resumen, la queja central contra todo programa público de seguridad social, ya sea de salud, compensación por desempleo, jubilación, guarderías e incluso la educación misma. Y no sólo eso; es la protesta argentina contra la más mínima cortesía, como la que podría extenderse al peatón porteño para cruzar la calle cuando el semáforo le da luz verde con la confianza de que no va a ser atropellado.
Cabe preguntar, ¿por qué pagar por vos?
Empecemos por el lado que, si una ley de aplicación universal dice que debo pagar para que otro reciba cierto beneficio, seguro que también significa que el otro tiene que pagar para bien mío. Eso es lo que significa la res publica famosa que decimos que es la República Argentina. Todos estamos en esto juntos, como comunidad nacional, para compartir los riesgos y desafíos esenciales de la vida, como puedan ser la enfermedad, el desempleo, el tener y criar hijos, la adquisición de conocimientos necesarios y la vejez.
Rara vez reconocemos que alguien ya ha pagado por nosotros. ¿Quién a los 3 años, por ejemplo, compró y preparó todos los alimentos que comía, la ropa que llevaba, la vivienda que tenía? ¿No hemos sido todos recipientes netos de todo hasta llegar, como mínimo, a la edad de trabajar?
Y aún si hemos sido suficientemente emprendedores como para comenzar la empresa propia, ¿hemos construido por nuestra cuenta la infraestructura de transporte que permite enviar productos a nuestros clientes?
Nadie es un individuo absolutamente autosuficiente. Ni siquiera vos. Es por eso que corresponde que pagues cuando me enfermo: para asegurar que cuando vos te enfermes que pague yo. Para eso existen las sociedades desde tiempor inmemoriales.
sábado, 27 de marzo de 2010
sábado, 20 de marzo de 2010
Temer Desconocer Proceder
Desear salpicar paladar
salir escupir porvenir
temer desconocer proceder
Descalzar caminar muladar
fingir permitir transigir
encender trascender saber
Besar pulgar urgar
vertir sentir erigir
querer coger mujer
salir escupir porvenir
temer desconocer proceder
Descalzar caminar muladar
fingir permitir transigir
encender trascender saber
Besar pulgar urgar
vertir sentir erigir
querer coger mujer
martes, 16 de marzo de 2010
Respuesta a la Autodefensa y Suspicacia
No sé si será que han puesto alguna droga en obras sanitarias de Buenos Aires pero -- con la excepción de los comentarios de Nikka Scalper (ver aquí y acá) y un amigo que compartió privadamente pareceres semejantes a los míos -- los comentarios recibidos desde allá sorprenden por su perspectiva autodefensiva y su suspicacia.
En cambio, Nikka me enseña que en un uso de ciertos especialistas lationamericanos, el concepto de "país central", que a mi me cayó neutral, se refiere a la centralidad en contraste con la periferia. No nací sabiendo y todavía me falta mucho para llegar a la sabiduría; cada día me siento más lejos de esa cima intelectual. Se agradecen los y las guías.
La Dra. Scalper también se luce en advertir que hay más de dos Argentinas, lo cual sabía pero dejé en el tintero para otro momento. Estuve a punto de señalar las dualidades históricas (Federales/Unitarios, Patricios/Inmigrantes, Perón/Balbín, gorilas/guerrilleros, etc., etc., ad nauseam), pero pensé ¿para qué, si ya lo saben?
Ni se me ocurren las salidas de los otros, a pesar de venir de orígenes argentinos patricios e inmigrantes, saber putear como el vecino, haber pasado parte de mi niñez y adolescencia allá, y tutti quanti.
No se me pegó algo que se les pegó a los demás en la Argentina; o si se me pegó, se me despegó hace rato.
- Me escribe un pariente en Facebook que la Argentina es intachable porque no ha invadido a Iraq.
- Un amigo reduce todo a "una bronca."
- Una economista notable rehusa leer un informe de un asesor al Congreso de los Estados Unidos sobre la deuda argentina, so pretexto que las conclusiones vertidas han sido sobornadas por Doña Cristina de K.
En cambio, Nikka me enseña que en un uso de ciertos especialistas lationamericanos, el concepto de "país central", que a mi me cayó neutral, se refiere a la centralidad en contraste con la periferia. No nací sabiendo y todavía me falta mucho para llegar a la sabiduría; cada día me siento más lejos de esa cima intelectual. Se agradecen los y las guías.
La Dra. Scalper también se luce en advertir que hay más de dos Argentinas, lo cual sabía pero dejé en el tintero para otro momento. Estuve a punto de señalar las dualidades históricas (Federales/Unitarios, Patricios/Inmigrantes, Perón/Balbín, gorilas/guerrilleros, etc., etc., ad nauseam), pero pensé ¿para qué, si ya lo saben?
Ni se me ocurren las salidas de los otros, a pesar de venir de orígenes argentinos patricios e inmigrantes, saber putear como el vecino, haber pasado parte de mi niñez y adolescencia allá, y tutti quanti.
No se me pegó algo que se les pegó a los demás en la Argentina; o si se me pegó, se me despegó hace rato.
viernes, 12 de marzo de 2010
El Mito del Desarrollo
Me parece tardío apuntarlo, pero mi reciente visita a la Argentina confirma que en aquél país todavía se estila una clasificación de países anticuada y poco real.
En 1961, cuando se iba de golpe en golpe para evitar "el retorno" de El Que Te Dije, la Argentina se creía "potencia mundial" y la pregunta bochornosa y contradictoria al viajero era "¿qué piensan los yanquis de nosostros?" (Respuesta real pero imposible de trasmitir en aquellos tiempos: nada.)
Desde 1991, cuando los transeúntes urbanos habían aprendido a hacer cola pacientemente y los comerciantes a devolver el excedente de un pago excesivo -- es decir, cuando Argentina comenzó a comportarse como la "Argentina año verde" del antiguo y clásico sketch humorístico -- la insistencia total de cuanto argentino uno se encontrase era "estás en un país del Tercer Mundo".
Y eso que los supuestos "mundos" (o por lo menos el "segundo," el de la caída órbita soviética) ya no existían y la clasificación aún tenía menos sentido que en agosto de 1952, cuando el economista, demógrafo y sociólogo francés Alfred Sauvy usó la frase por primera vez al escribir:
"No hay países desarrollados", me aleccionó un economista de Nigeria en una conversación de hace 40 años que todavía resuena para mi.
Y de veras, si uno se fijaba en las tasas de contaminación del medio ambiente, de suicidio y en la sensación generalizada de alienación en los países más ricos, había que concluir que había un mundo hiperdesarrollado y hastiado, al lado de uno hambriento y un tanto desesperado.
Argentina era, en aquellos tiempos como lo es hoy, uno de los mejorcitos en el segundo grupo. Y en realidad, la Argentina, país primus inter pares desde hacía mucho, apuntaba a lo que el "desarrollo" real, si hubiera tal cosa, sería -- ni desmedidamente rico, ni excesivamente pobre.
Que las cosas cambiaron es para otra entrega. Pero el hecho subsite: el desarrollo de los países ricos es un mito que nunca fue cierto.
En 1961, cuando se iba de golpe en golpe para evitar "el retorno" de El Que Te Dije, la Argentina se creía "potencia mundial" y la pregunta bochornosa y contradictoria al viajero era "¿qué piensan los yanquis de nosostros?" (Respuesta real pero imposible de trasmitir en aquellos tiempos: nada.)
Desde 1991, cuando los transeúntes urbanos habían aprendido a hacer cola pacientemente y los comerciantes a devolver el excedente de un pago excesivo -- es decir, cuando Argentina comenzó a comportarse como la "Argentina año verde" del antiguo y clásico sketch humorístico -- la insistencia total de cuanto argentino uno se encontrase era "estás en un país del Tercer Mundo".
Y eso que los supuestos "mundos" (o por lo menos el "segundo," el de la caída órbita soviética) ya no existían y la clasificación aún tenía menos sentido que en agosto de 1952, cuando el economista, demógrafo y sociólogo francés Alfred Sauvy usó la frase por primera vez al escribir:
"car enfin, ce Tiers Monde ignoré, exploité, méprisé comme le Tiers Etat, veut lui aussi, être quelque chose" (y, en fin, este Tercer Mundo igbnorado, explotado y ridiculizado como el Tercer Estado quiere llegar a algo también)Recuérdese que el "tercer estado" es otro concepto caduco, proveniente de la Francia anterior a la toma de la Bastilla en 1789.
"No hay países desarrollados", me aleccionó un economista de Nigeria en una conversación de hace 40 años que todavía resuena para mi.
Y de veras, si uno se fijaba en las tasas de contaminación del medio ambiente, de suicidio y en la sensación generalizada de alienación en los países más ricos, había que concluir que había un mundo hiperdesarrollado y hastiado, al lado de uno hambriento y un tanto desesperado.
Argentina era, en aquellos tiempos como lo es hoy, uno de los mejorcitos en el segundo grupo. Y en realidad, la Argentina, país primus inter pares desde hacía mucho, apuntaba a lo que el "desarrollo" real, si hubiera tal cosa, sería -- ni desmedidamente rico, ni excesivamente pobre.
Que las cosas cambiaron es para otra entrega. Pero el hecho subsite: el desarrollo de los países ricos es un mito que nunca fue cierto.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Las Argentinas de Mis Ojos
Hay por lo menos dos Argentinas. Hoy lucen clarísimo para mi: está la Argentina que festeja el Oscar que "ganamos" y la otra que anda con el ceño fruncido por el uso de reservas para pagar la deuda.
Son contradictorias y se anulan mútuamente.
En una, claro está, hay una euforia un tanto chauvinista por un mérito que no es realmente nacional, sino de un grupo de cineastas. Es como los hinchas que, sin tocar una pelota, "ganan" cuando su equipo gana.
Es un poco como el jactarse por tener el río más ancho del mundo. ¿Qué mérito real tiene eso? Ninguno.
En cambio, en aquello que precisa unidad, para enfrentar al mundo en lo económico, hay una Argentina dividida casi al punto de la traición. El Congreso y las cortes se ponen a cortar fino, fino en lo leguleyo para trabar un pago de deudas, y la presidenta se ensaña con los que, según ella, tienen el despechode no estar de acuerdo.
Las trenzadas entre Elisa Carrió y la oposición, por una parte, y su contricante Cristina Kirchner y compañía, por otra se asemejan más a lucha libre en el Luna Park que a discusión de alto nivel sobre la problemática nacional. Y no hacen más que transformar al país en una fantochada.
Es decir, hay una Argentina hincha y una Argentina que hincha -- y las dos coexisten simultáneamente en el mismo tiempo y espacio.
Son contradictorias y se anulan mútuamente.
En una, claro está, hay una euforia un tanto chauvinista por un mérito que no es realmente nacional, sino de un grupo de cineastas. Es como los hinchas que, sin tocar una pelota, "ganan" cuando su equipo gana.
Es un poco como el jactarse por tener el río más ancho del mundo. ¿Qué mérito real tiene eso? Ninguno.
En cambio, en aquello que precisa unidad, para enfrentar al mundo en lo económico, hay una Argentina dividida casi al punto de la traición. El Congreso y las cortes se ponen a cortar fino, fino en lo leguleyo para trabar un pago de deudas, y la presidenta se ensaña con los que, según ella, tienen el despechode no estar de acuerdo.
Las trenzadas entre Elisa Carrió y la oposición, por una parte, y su contricante Cristina Kirchner y compañía, por otra se asemejan más a lucha libre en el Luna Park que a discusión de alto nivel sobre la problemática nacional. Y no hacen más que transformar al país en una fantochada.
Es decir, hay una Argentina hincha y una Argentina que hincha -- y las dos coexisten simultáneamente en el mismo tiempo y espacio.
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