En esta noche fría del hemisferio norte, me abriga la imagen de un nuevo hallazgo arqueológico en Italia, una pareja de hace 5.000 años abrazados a pocos kilómetros del hogar de Romeo y de Julieta. Nuestra humanidad común nos une a través de los milenios.
Provista por el Ministero por i Beni e le Attività Culturali (ministerio cultural italiano), la foto representa esqueletos neolíticos encontrados en Valdaro-S.Giorgio cerca de Mantua, a 40 km de Verona.
Cuando era estudiante de universidad, me gustó descubrir que el manuscrito más antiguo, escrito en sánskrito, contiene instrucciones para hacer cerveza. Nuestros antepasados, me dije, tenían las prioridades correctas.
Esta noche, un par de antepasados desconocidos me afectaron de modo semejante. Como ellos, la idea de una cama vacía me es desagradable. Tanto ellos como yo aspiramos al calor de otra persona, alguien del sexo opuesto, alguien con quien uno se pueda acurrucar, alguien en cuyos ojos uno pueda zambullirse.
Somos similares, ellos y yo, en la jarana y el amor.
Elena Menotti, la arqueóloga principal en la excavación, le dijo a los periodistas que el hallazgo es “extraordinario.” Es raro, quizás único. Realmente están abrazados y murieron jóvenes, como lo demuestran sus dientes intactos.
Quizás fueron los verdaderos Romeo y Julieta, amantes cruzados por la fortuna de hace mucho, mucho tiempo. Se nos ocurre a veces que inventamos el amor al son de los Beatles. Pero no. Quizáa lo inventó esta pareja.
Sea lo que sea, parece como que el secreto de la vida estás en ese abrazar a través de los siglos. El goce humano más profundo proviene del impulso hacia la unión, a propagarse; nosotros, hijos de este instinto, vivimos gracias a dicho enlace.
Toda la vida, ese momento demasiado breve en el que se da un largo despertar a la conciencia, de la infancia a la adolescencia y la madurez de adulto, parece dirigirse hacia ese acoplarse con otro, después de lo cual lentamente nos apagamos en la senectud para entrar nuevamente a la neblina gris de donde vinimos.
Esta pareja de Mantua ha preservado la esencia para los siglos de los siglos, un monumento al ser en el sentido más completo, más humano.
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