Sin ser argentinólogo, no deja de fascinar la publicación en el matutino porteño La Nación, en la edición sin duda impresa antes de que se conociera que Néstor Kirchner había fallecido a la madrugada, una columna de opinión que daba por seguro que comprobantes de su corrupción pondrían fin a la carrera política del ex- y (quería ser) futuro mandatario argentino.
El vetusto diario, fundado en 1870 por el militar, presidente y literato de menor calado, Don Bartolomé Mitre, ha llegado, a través de la eliminación comercial y política en el darwinismo social que impera en Buenos Aires, a ser el principal de la capital argentina. Sus páginas, le han concedido al aforismo romano De mortuis nil nisi bonum (nunca hablar sino bien de los muertos), recomendación que no he acatado jamás, un nuevo significado.
Seguramente a la viuda, la actual Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, se le ocurrirá la paradoja. Yo que Luis Majul, el columnista en cuestión, me iría con toda celeridad al aeropuerto internacional de Ezeiza con destino a rumbos donde la ira cristiniana no tenga vigor de ley.
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